¿Cuál es el afán de terminar?

Foto de Wonderlane en Unsplash



En la vida real nadie te mide, a no ser que sea tu trabajo. En realidad a nadie le importa si sabes o recuerdas tal o cual cosa, nadie sabe qué hay en tu cabeza...incluso tu a veces ni lo sabes.

Me es fácil ponerme en los pies de otros en la vida real, imaginar cómo se siente, pero no logro hacerlo tan fácilmente con las palabras, creando historias. Esto va de la mano con mi planteamiento de que mi forma de ser es contemplativa. Me gusta observar, recibir, rumiar, pensar, meditar, y solo después de un largo rato, actuar.

Trato de cambiar esto constantemente, pero me es difícil.

La fuerza está conmigo, me repito                                                                   No odies,
Soy uno con la fuerza.                                                                                      No te preocupes,
¿Qué es la fuerza?                                                                                            Da más,
                                                                                                                          Espera menos,
                                                                                                                         Vive simple.

A veces ni empiezo las cosas porque en mi mente ya las he acabado. Supuestamente ya sé cómo acabarán, pero es falso, nada me dará tanto conocimiento como hacerlo y encontrarme poco a poco con los problemas -inconveniencias- que siempre se presentan.

Y qué importa lo que digan o lo que piensen, igual todos desapareceremos. Cada uno tiene un universo a su alrededor, y dentro de su cabeza. Tal vez algo importe en ese momento, en tu tiempo de vida, porque te podría causar problemas, pero luego no, más allá de eso, no.

Todos tienen una opinión. Pero, ¿cuándo vale la pena tener una opinión? ¿Cuando se puede hacer algo al respecto?

No se puede tener una opinión sobre algo que puede ser demostrable.

A veces me tardo mucho discerniendo o entendiendo algo que para muchos es obvio. ¿O a veces son ellos los que no se toman el tiempo?

Que no tengas que estar muriendo para que te digan "gracias"

Las reflexiones son pensamientos que llegan a ti durante el día, de un momento a otro, ya sea porque los has pensado largo rato de manera consciente o no.

La creatividad duele, porque nos gusta hacer lo que no nos cuesta trabajo, y eso es lo que conocemos, lo que ya hemos hecho antes. Nos da miedo lo desconocido.

¡Cómo me cuesta ponerme en los zapatos de otro en palabras!, me es difícil inventarme un personaje y narrar en primera persona. O tal vez aún no estoy preparado.

Crear todo un ambiente, un universo. Es como si se me acabaran las ideas, las alternativas, por eso de "si lo empiezo, debo terminarlo". Tal vez debo dejar de juzgarme, de esperar tanto de mi, y de suponer que los demás también esperan algo de mi.

¿Qué quiero? Esa es una gran pregunta. Tal vez todos o la mayoría quieren vivir nada más, y ya, y si en el camino cumplen con algo, logran algo, perfecto, hicieron bien.

¿Cuál es el afán de terminar? Las cosas no están realmente nunca finalizadas. Son una constante versión mejorada de sí mismas.

¡Oh, dejar de pensar en dinero sería maravilloso!

¿Cuál es el afán?

Lo único que de verdad no se puede recuperar es el tiempo. El dinero si. En cuanto a las personas, no hay imprescindibles pero sí irreemplazables. Aunque en términos de trabajo sí las reemplazan.

Tantas personas que hay en el mundo, tantas que van y vienen, tantísimas que no conocemos, que pasan a nuestro lado, quizás muy similares (o no) a nosotros, con quienes no cruzamos palabra, ni la cruzaremos. A lo mejor, tan solo una mirada.

Ahora me siento tranquilo, en 5 minutos probablemente no, ¿cómo puede mi mente cambiar tan rápido?

El hacer, hacer, hacer...¿sirve de algo? ¿Sirve simular que uno no se da cuenta que lo están observando?

No nos damos cuenta del avance de las herramientas que tenemos a nuestra disposición, de lo mucho que ha avanzado el mundo para permitirle al hombre expresarse.

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El hombre ser acercó a la barra y le preguntó al bartender, "¿y ese de allí quién es?"

El bartender estaba a pocos metros, a la izquierda del hombre, preparando algún coctel que no conozco, y apenas si dirigió su mirada al hombre cuando este le habló. No le gustaba hablar con los clientes, se limitaba a saludar cuando alguno se sentaba frente a su barra, a preguntarles qué deseaban tomar, y luego a cobrarles cuando observaba que habían terminado la bebida que les había preparado. No esperaba que ellos le preguntaran cuánto era, o que le entregaran un billete o monedas. Simplemente apenas él veía que habían bebido todo, les extendía la factura. No quería que se quedaran, no quería que entablaran conversación, solo quería que pagaran y se fueran. Este bartender era como yo.

Pero el hombre se había anticipado. Aún no había terminado su copa, y había lanzado una pregunta.

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