Hablando por teléfono, me perdí

Este relato fue escrito alrededor del año 2009. Creo que nunca llegó a su destinatario. Y ahora tampoco lo hará.

Salía de la universidad. Era ya tarde. Como todos los días, el laboratorio había sido mi estancia por varias horas. Me disponía a tomar el bus de regreso a mi casa, y ya mi mente se había trasladado a mi cuarto y fantaseaba con la cama, las cobijas, el sueño, el descanso.

Enmimismado, sentí el acostumbrado vibrar de mi celular en el bolsillo izquierdo del pantalón. Por reflejo, mi mano entró en el bolsillo y sacó el celular rápidamente.

En medio de su brillante luz azul clara, vi tu nombre. Tu nombre. El nombre. Aunque no es tu nombre como tal, sino su abreviación. Me has pedido expresamente que te llame siempre así, pues de lo contrario, si te llamo con tu nombre completo, creerás que estoy enfadado contigo, que por supuesto que lo he estado alguna vez, pero ahora, justo ahora cuando veo la abreviación de tu nombre en mi celular, no lo estoy.

Contesto, y es en ese momento cuando por mis ojos se atraviesa algo así como una manta que me deja ver, pero no entender, y mis oídos escuchan, pero no oyen, y mi mente pasa a concentrase sólo en ti, y te imaginan, sonriendo, con un mechón de cabello sobre tu rostro, y saludándome a través del aparatejo.

Entablamos una conversación, y te ríes, y yo rio contigo, y camino, camino, sigo caminando junto al borde de la universidad, por toda la calle 100. Ya los buses hacia mi casa y hacia las casas de otros no me interesan, principalmente porque en su interior habita un ruido desagradable, sobre todo para aquel que vaya hablando por celular.

Mi cuerpo se mueve por inercia, mis pies hacen lo que antes hacían mis ojos, se aseguran de que no tropiece, ni que me vaya a algún hueco. Cuando llegó a la carrera séptima, giro a la izquierda, impulsado por la pierna de ese mismo lado, que ese día había tomado cierto predominio sobre la derecha. Nada que ver con tendencias políticas.

Continúo hablando contigo, escuchando hasta el más mínimo detalle de lo que me dices, pero totalmente desentendido de mi caminar. Mis pasos son más cortos y menos frecuentes que lo habitual, pero aún así ya he recorrido numerosas cuadras cuando, sin encontrar más cosas que decir, y como poniéndonos de acuerdo en medio del silencio, decidimos que no hay más que hacer sino terminar la conversación.

Presiono el botón para colgar, si tú no lo has hecho antes, y más alegre por haber escuchado tu voz y tu acontecer diario, que triste por haber acabado nuestra llamada, vuelvo al mundo real y mis sentidos nuevamente se comunican con mi cerebro.

¿Pero dónde rayos estoy?, es lo primero que viene a mi cabeza. Creo que hasta lo digo en voz alta. No reconozco nada a mi alrededor. Me he perdido. Me he perdido con tu voz.

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