Ejercicios estoicos Parte 1 "Utilizar la filosofía antigua para vivir una vida moderna", Massimo Pigliucci

 



En octubre del año pasado comencé oficialmente una de las grandes aventuras de mi vida: vivir, trabajar y estudiar un PhD. en otro país.

Lastimosamente he tenido que reducir significativamente la cantidad y variedad de actividades extra que estaba acostumbrado a realizar antes de comenzar este nuevo ritmo de vida (básicamente antes escribía y publicaba bastante en muchos lugares de internet), pero poco a poco he logrado ir encontrando la manera de encontrar tiempo y motivación para realizar nuevamente esas actividades que me dan energía.

Uno de esos pasatiempos es leer, y no he podido leer tantos libros como antes porque ahora debo leer mucho pero para lo que hago en la investigación. 

Sin embargo, a punta de sacarle 20 minutos a cada día mientras voy en el metro hacia y desde el trabajo, logré terminar “Cómo ser un estoico” de Massimo Pigliucci, recomendado por mi gran amigo Juan S. Cely G.

Es un libro corto, con muy buenas anécdotas, referencias, historia y explicaciones filosóficas, y además con un conjunto de ejercicios que permiten acercarse y practicar la filosofía de la que trata el libro. 

Este post trata sobre el listado de los primeros tres ejercicios, y seguramente un breve comentario acerca de cada uno de ellos.

Comenzamos.


1. Examinar nuestras impresiones.

“Convierte en una práctica el hecho de decirle a cada impresión fuerte: <<sólo eres una impresión, no la fuente de la impresión”>>” (Epícteto, Enquiridión I.5)

Este ejercicio me hace recordar la máxima que dice que no somos nuestros pensamientos, y que deberíamos practicar constantemente el ejercicio de verlos aparecer y desaparecer de nuestra mente sin alterarnos.

Cuando dice “impresiones”, el ejercicio se refiere a “nuestras reacciones iniciales ante acontecimientos, personas y lo que nos dicen” (tomado del libro de Massimo). Lo que queremos es evitar “reacciones emocionales rápidas” y utilizar el análisis racional para decidir si la impresión está bajo nuestro control o no. Si está bajo nuestro control (o influencia), pues podríamos actuar sobre ella, de lo contrario no tiene sentido darle un espacio en nuestra mente. 

Como ven, este ejercicio está fuertemente ligado a la dicotomía del control que es tan importante para la filosofía estoica. “¿Esto es algo que está o no bajo mi control?” (Epícteto, Enquiridión I.5).


2. Recordar la fugacidad de las cosas.

En esta parte del libro se utiliza un extracto del “Enquiridón, III” de Epícteto, y fue uno de los ejercicios que más me impactó, no porque lo desconociera, sino por la manera como se describe.

Dice (voy a parafrasear): si le has cogido cariño a algo de porcelana, recuerda que se puede romper fácilmente, así que no te sientas desconcertado cuando suceda; cuando le des un beso a alguien de tu familia, recuerda que es un mortal, así que no deberías sentirte desconsolado cuando ya no estén.

Para poder comprender bien este pasaje, debemos recordar, como dice Massimo en el libro, que el estoicismo es una filosofía del amor, “no una indiferencia insensible hacia los seres humanos y sus sufrimientos”. Es decir, al recordar constantemente la fugacidad de las cosas deberíamos recordar también “lo preciosos que son nuestros seres queridos”.


3. Este ejercicio lleva por nombre “La cláusula de reserva” en el libro, pero en realidad ese título no me dice mucho, así que voy a llamarlo “Anticipación mental para el equilibro”

Básicamente dice lo siguiente: cuando planeamos o queremos realizar algo, debemos tener siempre presente que es muy posible que las cosas no se desarrollen tal y como las habíamos imaginado, pero aún así debemos mantener la compostura, “ser una persona decente que no hace nada que no sea virtuoso o que pueda comprometer la propia integridad” (tomado del libro de Massimo). 

Es decir, nuestra intención no es solamente cumplir nuestra meta, sino cumplirla con compostura, “manteniendo mi voluntad alineada con la naturaleza [es decir, aplicando la razón a la vida social]”. (Epícteto, Enquiridión, IV)

En el libro ponen varios ejemplos, siendo dos de ellos los siguientes: supongamos que queremos ganar un partido (de algún deporte, digamos tenis) o ganar un ascenso en el trabajo. La meta adecuada que deberíamos tener en nuestra mente no debería ser “ganar el partido” o “conseguir el ascenso” sino “jugar el mejor partido de nuestra vida” o “hacer la mayor cantidad de méritos para conseguir el nuevo puesto”, porque esas son las cosas que en realidad controlamos (ni siquiera el destino nos puede robar esto, como dice Massimo); lo de ganar el partido o conseguir el puesto solo podemos influirlo, pero no controlarlo completamente. 

No se trata de “aceptar pasivamente la derrota” o asumir una injusticia en la promoción del trabajo, sino “desplegar la sabiduría de que a veces las cosas no nos irán bien aunque hagamos todo lo posible y sin importar si nos merecemos ganar el partido o conseguir la promoción”.

Me atrevo a relacionar lo anterior con algo que dice mi mamá: “lo cortés no quita lo valiente” (mantener la compostura para conseguir o expresar lo que uno quiere o piensa). O como dicen otras personas “si Dios (dios, como quieran) lo permite”, o “si el destino lo permite” (pensando en que una cosa es lo que uno quiere y puede hacer, y otra cosa lo que puede suceder).

Más ejercicios en una próxima publicación.

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