¿Dónde estará Eber? (¿o es Heber?)
No estoy seguro de cómo se escribe, porque nunca ví cómo lo escribía él, así que simplemente asumiré que es Heber. Me gusta más con H. Y también voy a mencionar algunas cosas en presente, aunque lo que voy a relatar es de hace más de 20 años, porque son cosas que no pasan con el tiempo.
Heber es el hijo de Hernán. Heber
es el hermano de Carolina, ella es su hermana menor. Hernán fue uno de los
mejores trabajadores, que yo recuerde, que tuvo mi abuelito Camilo en la finca.
La finca Villa Olguita, por mi abuelita Olga, y creo que después le
añadieron “y la Maguito”, por mi tía Magola. Hernán tenía el cargo de
“agregado”, aunque años después caí en cuenta de que esa palabra no es muy
amable, es como decir que él es un “añadido” a la finca. Así que podemos decir
mejor que Hernán era el jornalero o el cuidador de la finca. Se encargaba,
junto con mi abuelo, de podar y cuidar los árboles, recoger los plátanos, los
aguacates, las mandarinas, las naranjas, los limones, las pocas piñas, los
pocos arazás, cuidar a los perros, alimentar a los marranos, a los pollos
(aunque no estoy seguro de si en la época de Hernán todavía mi abuelo tenía
negocio de pollos), a las vacas, al caballo, a las palomas, a las codornices, a
los loros, a los canarios, a los gansos y un sinfín de cosas más. No era un
trabajo sencillo. Y Hernán al parecer lo hacía bien, o al menos eso entendía yo
de los comentarios de los mayores, de mi abuelo con mi papá y mis tíos.
Y como dije antes, Heber es el
hijo de Hernán. Y yo jugué con Heber, prácticamente todos los domingos, durante
unos 3 o 4 años. Jugábamos principalmente fútbol, en la mini cancha que había
detrás de la piscina. Una cancha como de micro futbol, o fútbol sala como le
empezaron a decir después. Las arquerías sí eran muy pequeñas, como de 1 x 2
metros, en cemento. Y teníamos además problemas con el encerramiento de la
cancha, porque hacia un lado el balón se iba hacia los árboles de frutas y las
vacas, hacia el otro se iba pendiente abajo hasta un riachuelo bien abajo,
hacia un frente se iba hacia la piscina (esto era lo mejor que nos podía pasar
en términos de botar el balón), y hacia el otro se iba hacia la casa del
vecino. Cuando la pelota se iba hacia la piscina o hacia los árboles de frutas,
la recuperación era entre fácil y relativamente fácil. Cuando se iba hacia el
riachuelo, era una pausa de 20 minutos al menos, y cuando se iba donde el
vecino, podía representar el final del partido.
Cada domingo, después de
desayunar, salíamos en el Renault 9 rojo de placas PEJ237 desde la casa de
Venecia parte alta hacia la finca. Salíamos alrededor de las 9:30, 10:00 diría
yo. A veces parábamos a comprar algo de comida para llevar. Pollo, arroz chino,
gaseosa, merengón. En algún restaurante del camino o en puesticos que ponían en
medio de la carretera. Esos puesticos improbables en los caminos de la Europa
que conozco, pero que eran, y tal vez aún son, tan comunes en Colombia.
Llegábamos entre 10:30 y 11:00,
mi papá pitaba, y Hernán nos abría la primera puerta. Los perros ladraban, mi
papá maniobraba con el freno de mano para poder arrancar en falda, entraba,
atravesaba la segunda reja ya abierta, y luego subíamos por el tramo corto
hacia la casa principal. La casa de Hernán estaba más abajo, luego de la
segunda reja, y un poco más allá estaba la casa/oficina/bodega de mi abuelo.
Justo al lado de lo que en una época tuvo pollos, luego cerdos, y siempre
muchos materiales amontonados.
Al llegar a la parte de arriba
del tramo corto, alguien se bajaba del carro, ya fuera mi mamá, mi hermano o
yo, y abríamos la tercera reja medio escapando del segundo grupo de perros que
salía a saludar. Mi papá entraba el carro al parqueadero, y luego íbamos
entrando uno por uno a la casa a saludar a quien estuviera ya presente. Yo me
daba cuenta quién había llegado antes que nosotros por los carros que había
afuera. Mi tía Amparo, Pacho y Olga Lucía casi siempre llegaban después que nosotros,
así que casi nunca estaba el Suzuki blanco antes de nosotros. A veces habían
carros que no conocía, lo que probablemente indicaba que era mi tía Magola con
Rafael, o amigos de mi abuelo. En algunas ocasiones, me encontraba de sorpresa
con otros tíos y primos que venían de otras ciudades, o también con mis tíos
abuelos y sus hijos, a quienes vi en pocas ocasiones y cuyos nombres nunca
logré aprenderme completamente.
El partido de fútbol creo que
siempre era en la tarde, después de almuerzo. Digamos tipo 2:30, 3:00, y podía
durar alrededor de una hora. Creo que en la mañana me ponía a ver televisión, o
a jugar con algún primo si estaba por ahí presente, o a ver a los mayores jugar
billar. Me gustaba ver cómo hacían carambolas. Nunca logré llegar al nivel de
ellos. Me faltaron años, y tal vez cervezas, de entrenamiento. También tenía
que hacer tareas, aunque a veces las hacía más tarde, justo antes de
regresarnos para Pereira.
Ya no recuerdo muchas cosas,
incluyendo parte de lo que ya les he contado. Estoy diciendo lo que
probablemente sucedía, pero no estoy seguro al 100%. Por ejemplo, no recuerdo
cómo llamaba a Heber. Creo que le gritaba desde la casa de arriba a la casa de abajo.
Yo lo veía pasar de un lado a otro mientras ayudaba en algo a Hernán, y
entonces él ya sabía que con sólo escuchar que yo lo llamaba, significaba que
era la hora del fútbol.
¿Dónde estará Heber? Nunca supe
cuántos años tenía, sólo sé que era un poco mayor que yo, así que si yo lo
conocí alrededor de 1999, cuando yo tenía 8 años, él seguramente tenía entre 10
y 12. Era más fuerte que yo, obviamente (porque además de estudiar en la
escuela de El contento, que seguramente tiene un nombre que no recuerdo,
trabajaba junto a Hernán; no sé ahí cómo era la vuelta del trabajo infantil),
más fornido, más brusco, hablaba un poco diferente, con ciertos términos y
sonidos que según mis profesores del colegio no eran los correctos del español,
un poco más bajo que yo, y tal vez más bajo para su edad, aunque Hernán también
era de estatura baja.
Y fue además, durante todos esos
años, mi amigo.
¿Dónde estará Heber?
Nunca he podido encontrarlo a
pesar de mis habilidades (auto reconocidas) en investigación y espionaje
digital (es decir, básicamente en encontrar personas buscando en internet y en
redes sociales) porque no sé su apellido. He encontrado a muchos amigos y
personas de esta forma, pero no a él. Seguramente tiene Facebook, pero sin el
apellido es difícil encontrarlo.
Junto con Heber, mi papá y Pacho
también jugaban fútbol con nosotros. Creo que casi siempre era Pacho y Heber
contra mi papá y yo. O a veces éramos 2 contra 1, o 1 vs 1, dependiendo de los
participantes.
En una de esas ocasiones, creo
que en 1 vs 1 entre Heber y yo, creo que Heber me ganó, lo cual creo que no
sucedía con frecuencia. No es que yo fuera un gran jugador, a pesar de que me
gustaba ponerme la indumentaria completa con guayos, medias largas y el
uniforme de algún equipo que me gustara (recuerdo que tenía el de Brazil y el
de la Lazio, con el número de Hernán Crespo. El de Brazil había sido por un
torneo en el colegio, y el de la Lazio había sido por iniciativa propia). Tal
vez más bien era que Heber no era muy hábil con el balón.
Pero entonces ese día Heber me
ganó, y yo me disgusté. No con él, sino como rabia conmigo mismo, como de
tristeza. Estaba muy acostumbrado a ganar. Y recuerdo que mi papá notó mi
reacción. Creo que se dio cuenta porque seguramente vio que yo tenía ganas de
llorar y me estaba conteniendo. Entonces me preguntó, que si era porque Heber
me había ganado, y yo le dije que no, pero seguramente él no me creyó, porque
me dijo algo. No recuerdo exactamente, pero me dijo que tenía que aprender a
perder, que no podía ganar siempre, y que tenía que ser un buen perdedor.
Tal vez era porque en el colegio
yo no era de los mejores jugando fútbol, así que con Heber podía sentir la
gloria que experimentaban mis compañeros. Pero seguramente para Heber se
trataba simplemente de un juego, nunca lo vi triste ni aburrido cuando yo le
ganaba, o lo disimulaba muy bien. Para él era el partido del domingo, aunque
nunca supe ni le pregunté si lo esperaba con ansias como yo, si le gustaba o lo
hacía por obligación, o si quería hacer otra cosa. De hecho creo que nunca
hablé con Heber más allá del fútbol y tal vez algunas cosas de la finca.
Hubiera sido chévere hacerlo.
Hernán, junto con Heber y
Carolina se fueron, tal vez alrededor del 2003, no recuerdo bien. Después de
ellos pasaron muuuuuuuuuuuchos más jornaleros, y creo que ninguno fue tan bueno
como Hernán, ni duró tanto tiempo. Mi abuelo cambiaba cada pocos meses, o
máximo un par de años. Las razones de por qué cambiaban tanto nunca las supe.
Heber, si estás por ahí: qué bien
que la pasé los domingos jugando fútbol, ojalá haya sido igual para ti.
Comentarios
Publicar un comentario