DescafAInado

 

Harriet escuchó un pitido y despertó. Siempre acostumbraba a dormir en esos largos trayectos en carro que tenía que recorrer para llegar a los sitios de sus conferencias. Le daban pánico los aviones, así que, cuando podía, alquilaba uno de esos nuevos autos autónomos que habían comenzado a ofrecer hacía pocos años. Automóviles muy elegantes, con un diseño futurista, llenos de luces y completamente automatizados.

Buenos días, señorita Love —, había dicho una voz muy natural, que parecía venir de todos los rincones del auto, cuando la puerta del carro se había abierto hacía unas horas, hacia las 10:48 de la mañana.

Harriet había esperado 23 minutos en la recepción de su hotel, The Hotel, mientras veía en el mapa de su celular como el carro sin conductor se acercaba a ella. La aplicación se llamaba Cartonomous. Uno de los últimos unicornios del controvertido empresario Nole Ksum.

Harriet cogió sus dos maletas pequeñas y las colocó en la silla de adelante del copiloto. Luego se subió en la parte de atrás del carro, cerró la puerta y lanzó un gritito.

¡Aaah!

¿Qué pasa? preguntaron al unísono el carro y un robot humanoide que también estaba sentado en la parte de atrás.

¿Qué es esto?, ¿quién eres? preguntó Harriet.

Soy Robbie I —, dijo el androide.

Soy un Viper R5 —, dijo el auto.

Me refiero al robot, ¿por qué estás aquí? exclamó Harriet entre enfadada, sorprendida y asustada.

Estoy aquí porque usted solicitó servicio de “soporte robótico humanoide” para su viaje, señorita Love —, dijo Robbie.

¿Que solicité qué? Harriet sacó su celular y comenzó a revisar su solicitud en la aplicación. Era cierto. Había una casilla de “servicio robótico humanoide”, marcada por defecto, que ella no había visto y no había desmarcado.

Es un nuevo servicio que la empresa está probando, así que recibió un 50% de descuento al solicitarlo —, continuó diciendo Robbie.

¡Oh, grandioso! ¡Querrás decir más bien que estoy pagando 50% de algo que ni siquiera sabía que existía! dijo irónicamente Harriet Bueno, Robbie, creo que solicité tus servicios por error, así que hazme el favor de quedarte callado. Estoy muy cansada, nos espera un largo viaje, y en unas horas tengo que dar una charla a decenas de distraídos estudiantes que sólo se la pasan en sus gafas de realidad virtual —, añadió Harriet con aire de estar un poco ofuscada.

Robbie asintió, se irguió en su asiento mirando hacia el frente, y se puso en modo hibernación. El Viper arrancó y Harriet se acomodó en su silla para poder dormir.

Tenemos una parada programada para recargar la batería, señorita Love fue lo último que escuchó Harriet antes de quedarse dormida.

Tres horas después fue que el pitido sonó. Harriet se despertó y miró hacia la pantalla que cubría todo el panel delantero del auto. “Qué extraño se ve”, pensó Harriet al fijarse en que no había timón. No había necesidad de uno, así que las empresas de carros autónomos habían comenzado a quitarlos desde hacía algunos meses.

La pantalla mostraba el mapa del recorrido, el cual ocupaba la mayor parte del panel, y junto al mapa se veía información meteorológica, la velocidad del vehículo, temperatura y humedad interiores, estado de las llantas y un montón de sensores más. También había una sección para ver películas o leer libros electrónicos.

El pitido iba acompañado de una luz amarilla intermitente que apareció en la pantalla en el costado del conductor (si hubiera habido uno). Tenía un símbolo de batería.

Señorita Love, lamento haberla despertado tan bruscamente debido a la advertencia de baja carga de batería —, dijo el Viper. En este momento estoy recalculando un pequeño desvío de nuestra ruta para poder dirigirnos a la estación de recarga más cercana. Esto tan solo va a representar 15 minutos adicionales a nuestro plan original, y el costo de la energía ya está incluido en el monto que pagó —, añadió el Viper.

Harriet se quedó pensando. “¿Cómo supo que me había despertado?”, hasta que vio un par de cámaras en el techo del auto.

No hay problema —, dijo Harriet. Vamos a llegar un par de horas antes al lugar de la conferencia, así que tenemos suficiente margen de tiempo.

Me alegra escuchar eso —, respondió el Viper.

Otra cosa, ¿tendrás café? — preguntó Harriet.

El auto se quedó callado unos momentos mientras parecía procesar la pregunta en la pantalla, mostrando un círculo que daba vueltas y un porcentaje que iba aumentando.

Lo siento señorita Love. Revisé las bebidas que tengo disponibles a bordo y no encuentro café. Puedo ofrecerle diversos tipos de té y bebidas con gas.

Harriet suspiró frustrada. “Tanta tecnología y no tenían café”. Entonces se le ocurrió.

¿Robbie?

Los negros ojos de Robbie se iluminaron. Primero apareció en cada uno una línea vertical amarilla que rápidamente se convirtió en un óvalo blanco. Robbie giró su cabeza a la derecha y miró a Harriet.

¿Si, señorita Love?

Cuando lleguemos a la estación de recarga, ¿podrías bajarte y traerme un café? Seguramente allá venden.

Claro que sí señorita Love, no hay ningún problema. En cuanto al pago, usaré la información que tengo registrada sobre su tarjeta de crédito. ¿Está de acuerdo?

Sí, puedes usarla respondió Harriet, pensando al mismo tiempo en si después no sería un problema que el robot tuviera los datos de su tarjeta. “Ojalá los de seguridad informática hayan hecho bien su trabajo”, pensó Harriet al contemplar posibles robos de información de estos androides.

Dos minutos después estaban parqueando en una estación de recarga para vehículos eléctricos. El auto únicamente tenía que ubicarse en el área indicada, sobre una especie de placa metálica, y luego una pequeña escotilla se abría en el suelo y de ella subía un conector que se pegaba a la parte inferior del auto.

Una cuenta regresiva apareció en la pantalla del carro. Decía: “7:35 (siete minutos, treinta y cinco segundos) restantes”, y los segundos comenzaron a disminuir.

Robbie abrió la puerta de su costado. Se bajó, y justo antes de cerrarla Harriet gritó.

¡Descafeinado por favor! ¡Y no te demores!

Por un instante, los ojos de Robbie se tornaron nuevamente amarillos, y luego volvieron al blanco de antes.

Antes de sucumbir nuevamente al sueño, Harriet vio que había cuatro autos más parqueados en la estación, la cual también tenía servicio de gasolina. La pequeña tienda a donde había ido Robbie estaba cerca de donde ellos habían estacionado. Vio a Robbie corriendo hacia ella. Luego, el sueño la invadió y todo fue oscuridad nuevamente.

Harriet despertó dando un brinco. “¿Dónde estoy, cuánto tiempo ha pasado?”, pensó. Estaba desorientada hasta que vio nuevamente la pantalla del auto. Decía que faltaban casi dos minutos para cargar la batería, iba al 67%.

Nuevamente dio un brinco y un gritito cuando alguien golpeó repentinamente la ventana del costado de Robbie.

¡Hey! ¡Hey! ¡Ábrame! ¡Ábrame por favor! — gritó un hombre desde fuera.

Harriet se asustó un poco pero respondió.

¿Qué…qué pasa, qué necesita? ¿Quién es usted? Mientras decía esto veía como algunas personas que venían corriendo de la tienda se subían a toda prisa a sus autos y arrancaban.

¡Ábrame por favor! ¡Ya casi viene! — insistió el hombre.

¿Quién es usted? ¿Ya casi viene quién?

¡El robot! ¡El robot asesino!

¿Robot asesino? repitió Harriet, entre divertida y confundida

¡Mató a tres personas! dijo el hombre. ¡Oh no, allá viene!

El hombre salió corriendo. Harriet no entendía nada. Miró por la ventana de atrás del carro y vio otra vez a Robbie, corriendo, pero esta vez en dirección al carro y con un vaso de café en su mano izquierda. No regaba una gota.

Robbie llegó al auto cuando faltaban 25 segundos para terminar la recarga.

Siento haberme tardado tanto, señorita Love. Había una fila de personas muy larga que también querían café. Sin embargo, aquí estoy, justo a tiempo. Tan sólo tuve que matar a tres de ellos para no retrasarnos en nuestro recorrido. Me aseguré de que no sufrieran. Cumplí con los objetivos que me indicó: traje su café descafeinado y no me tardé.

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