Sobre mi intercambio 7. Dos meses de intercambio por Madrid.

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El 1 de septiembre de 2015 comenzó una gran aventura, tal vez la mayor de mi vida hasta el momento. Ese día salí desde el aeropuerto El Dorado de Bogotá rumbo al aeropuerto de Barajas en Madrid. Luego de aproximadamente 12 horas de viaje, llegué el miércoles 2 de septiembre a España. Así comenzó mi intercambio en la Universidad Politécnica de Madrid.

Estoy comenzando a pensar que lo más valioso de viajar, más allá de la experiencia, de los recuerdos, de la sensación de aventura y de las personas que se puedan conocer, son los cambios que se pueden producir en tu visión de mundo, en tu perspectiva hacia la vida y hacia la realidad. Obviamente, estos cambios se deben a todo lo anterior, es decir, a los lugares que visitaste, los amigos que hiciste, los que no hiciste, y un sin fin de cosas más. Pero a final de cuentas, lo que te queda cuando regresas a tu país de origen es una nueva visión de la vida. Es sorprendente darte cuenta que existen tantas personas como tú en el mundo, que tu vida es apenas una pequeñísima parte de la realidad, de que así como tú hay muchos seres humanos persiguiendo también sus metas, que tienen problemas, que piensan de manera similar a ti, o que por el contrario tienen una opinión completamente opuesta con respecto a algún tema.

Así que uno se podría preguntar <¿pero qué es eso que me puede cambiar la visión de la realidad?> Es muy sencillo. Puede ser lo más simple de este mundo, pero sólo cuando lo ves, dices <¿por qué esto no es así en mi país? Es obvio que esta es la mejor manera de hacerlo. ¿Qué impide que en mi ciudad se hagan las cosas como acá?>. Por el contrario, también puedes encontrar algo y decir <¿Por qué hacen esto de esta manera? En mi país lo hacen de otra forma y la verdad hay mejores resultados> Entre muchas otras cosas, viajar sirve para tomar lo mejor de otros lugares, y tratar de replicarlo en tu vida.

Hasta ahora, Madrid me ha parecido una ciudad grandiosa, y voy a comentar por qué, comparándola con Bogotá, donde he vivido durante casi 8 años. Las principales diferencias que encuentro actualmente entre ambas ciudades son: el transporte y la seguridad. Con respecto al primero, al menos puedo decir que mi rutina diaria de casa-universidad-casa es muchísimo más tranquila acá que en Bogotá. El metro de Madrid no se llena tanto como el sistema Transmilenio, las rutas son más frecuentes y se suben muchos menos vendedores ambulantes. Mi viaje diario a la universidad es actualmente mucho más tranquilo y más rápido, y comenzar el día sin estrés es muy valioso. Y esta cualidad resalta aún más teniendo en cuenta las ventajas en el transporte público que tienen los estudiantes, cosa que no disfrutamos en Colombia.

En segundo lugar, Madrid me ha dado una sensación de seguridad superior que la que me da Bogotá. Allá, literalmente, siempre debo estar atento. Siempre. Acá, por el contrario, lamentablemente me sorprendí los primeros días al ver a la gente caminar por la calle sin preocupaciones (al menos cerca a Gran Vía, que es donde queda mi piso) con su celular de gama alta o cámara profesional en la mano, como si estuvieran en su casa. Y digo lamentablemente, porque uno no debería sorprenderse de eso. Poder disfrutar de una ciudad tranquilamente es algo que tendría que estar asegurado por el Estado mismo.

Además de esto, me alegra sobremanera el hecho de no ver tantos habitantes de la calle, y tampoco animales en la calle. La desigualdad es causa de muchos males en una sociedad, y aquí afortunadamente es más reducida. Algo que puede afectarme fuertemente es eso, ver a alguien en esa situación de desamparo, con una expresión en el rostro que deja ver claramente que está pensando en qué va a comer esa noche o a la mañana del día siguiente, mientras yo voy pensando en algo tan banal como el último capítulo de mi serie favorita, o la gente a su alrededor pasa por su lado de manera indiferente, luego de haber gastado decenas de euros (o centenas de miles de pesos) en ropa que no necesita, en celulares que usará apenas unos meses, o en comida que compró por antojo nada más.

Adicionalmente, hay otras características que me llaman la atención de Madrid: los peatones son muy respetados, son los reyes de la vía; a mi pesar, es poco común la venta de comida ambulante en las calles (perros calientes, hamburguesas, arepas, empanadas, y comida rápida similar); tampoco hay venta de minutos de celular; las personas dedican, al parecer, más tiempo a la lectura acá, pues en el metro siempre veo a mucha gente leyendo, ya sea en libros tradicionales o en libros electrónicos, que son muy comunes entre los españoles; y finalmente, Madrid es una ciudad sumamente cosmopolita, todo el tiempo me topo con personas de toda Europa, cosa bien diferente a cualquier ciudad de Colombia.

En cuanto a la ETSIT-UPM, veo con regocijo que sus estudiantes disfrutan de muchas alianzas con empresas para hacer sus prácticas, con otras universidades para hacer intercambios, cuentan con la presencia de muchísimos clubes/asociaciones que ofrecen un espacio alterno a lo académico y que tienen muy buenas instalaciones y accesorios (¡nevera, consolas de video, horno microondas y más!), y muchas actividades extracurriculares, como charlas, proyecciones de películas, fiestas (hasta dentro de la misma universidad, cosa que sería prácticamente imposible en la UMNG) y gran cantidad de asignaturas optativas. Además, ¡al interior de la universidad venden los elementos electrónicos que necesitan en sus prácticas! Seguramente no están todos, y serán más caros que en otro lugar, pero la comodidad tiene su precio, y en la UMNG los estudiantes estarían maravillados con que vendieran elementos como estos, pues les ahorrarían (y me hubieran ahorrado a mi) viajes tortuosos de aproximadamente una hora hasta el lugar donde se consiguen, a veces con la desagradable obligación de volver a la universidad, y por tanto, tener que aguantarse otra hora o más de viaje. Por último, cuando llegué el primer día al restaurante de la ETSIT, me sorprendí en gran medida al saber que vendían incluso cerveza. Eso, en mi universidad, y creo que no estaría muy lejos de la realidad si dijera que en todas las de Colombia, sería algo así como un atentado contra la moralidad. Pero acá veo que no tiene problemas, es algo que pasa desapercibido, tal vez hasta normal, y no causa inconvenientes, lo cual es posiblemente a causa de la cultura de España (y de Europa), en donde se toma alcohol de manera normal incluso en el almuerzo, sin que se presenten escenas lamentables debido a su exceso.

Por otro lado, me parece que a la ETSIT le hace falta más espacios deportivos, debería fortalecer más la ciberteca (que es como nuestra sala de internet) pues la cantidad de computadores se queda corta en muchas ocasiones, y algunos no funcionan; y debería cambiar algunos equipos de cómputo que se usan en las prácticas de laboratorio, pues su rendimiento ya no da para hacer trabajos pesados de procesamiento. También le hace falta más espacios para trabajar en grupo y para sentarse a estudiar en los ratos libres, pues aunque su biblioteca es grande y cuenta con salas de estudio, no son suficientes para la cantidad de estudiantes que recibe diariamente. Finalmente, y aunque parezca increíble, la necesidad de aprender inglés es muy reciente acá, y al parecer en toda España. Todos los días conozco compañeros que no lo saben hablar, y algunos incluso que ni les interesa. Por mi no hay problema con que no lo sepan y no les guste, no los juzgo, simplemente pensaba que acá, en el “Primer mundo”, todos iban a saberlo hablar a la perfección. Pero no, no es así, apenas están comenzando a incluirlo como requisito en los planes de estudio. Según me han dicho, todo fue culpa de la dictadura de Franco; pero eso fue ya hace tiempo.

Tocando ahora el tema de anécdotas curiosas o graciosas que he vivido durante mi intercambio académico, puedo decir que en los primeros días pedía las cosas en tiendas o restaurantes como se hace a veces de manera informal en Colombia, diciendo <Me regala por favor...>, a lo cual la persona me miraba extrañada y me decía <¿Cómo...?>; obviamente ellos creían literalmente que les estaba pidiendo la comida, o lo que fuera que estuviera pidiendo, regalado; también me causó gracia la expresión “ahora..” seguida de algo más, como <ahora te lo entrego> o <ahora lo envío>, pues para mí eso quiere decir que la persona hará aquello en un rato, pero acá significa que lo hará inmediatamente; me suena también graciosa una expresión que escucho algunas veces al momento de pagar algo, que es <¿me cobras?>, que nunca la digo, porque no me acostumbro a ella debido a que para mi suena un poco agresiva, algo como <oye, ¿es que no piensas cobrarme o qué?, ¿no ves que te quiero pagar?>; finalmente, me causó cierta gracia ver a los estudiantes ir a clase en shorts, lo cual es muy común acá en época de verano, agosto y septiembre, que fue cuando yo llegué.

En las primeras semanas en Madrid no me sentía muy cómodo con el tono que usaban a veces las personas para hablarme. Me sentía un poco como regañado, porque su tono de voz es algo más fuerte de lo normal para mi, más serio y seco. Sin embargo, poco a poco me percaté que en realidad esa es la forma de hablar de algunos de ellos, no era que tuvieran nada contra mi por ser extranjero o colombiano. Además, tuve que acostumbrarme a que todo el mundo me tuteara, práctica muy común en Madrid a la hora de dirigirse a otra persona, así la acabara de conocer.

En cuanto a las cosas que no me han gustado, tengo varias en lista. La primera de ellas es algo totalmente personal, y es el ambiente de fiesta siempre tan presente en Madrid, sobre todo en los estudiantes que vienen de intercambio de Europa, los llamados Erasmus. No soy muy dado a ir a fiestas y trasnocharme, así que este ha sido un factor que me ha disgustado un poco, sobre todo por el hecho de que las personas que viven en mi piso -en total somos 10- salen a menudo entre semana, hacen bastante ruido en la madrugada y hacen el llamado <botellón> para lo cual se reunen con amigos y hablan y colocan música hasta altas horas de la noche. Al final me he acostumbrado a ello, y en casos extremos duermo con tapones en los oídos, pero los vecinos siguen llamando para que mis compañeros se callen. En muy contadas ocasiones me he unido a la fiesta. Y creo que este descontrol tan evidente y tan presente en todos los jóvenes se debe a un exceso de calidad de vida tan alto. Es decir, acá viven tan bien, sin ninguna necesidad, que no saben lo que es ahorrar agua, electricidad, no tirar basura, en fin, no saben qué hacer con ellos mismos.

Por otro lado, los jóvenes fuman mucho más que en Colombia. Y eso, junto al hecho de que en general como que no tienen muy buena higiene (dental y corporal), lleva a otro punto que no me ha gustado de mi estancia acá, y es el mal aspecto de las dentaduras de muchos de las madrileños que he conocido. A eso se le suma que en algunas ocasiones, sobre todo en el metro o en las aulas de clase, me ha tocado sentir el “aroma” de algunos de mis compañeros, que pareciera que no se hubieran bañado en días. Eso sí es algo que nunca me ha tocado vivir en Colombia. Lo peor de todo es que parece que acá están acostumbrados, y poco les molesta, o por lo menos no expresan su disgusto, cosa bien rara entre los españoles.

Para terminar, me gustaría hacer la siguiente reflexión: en cuanto a academia, investigación, instalaciones, espacios abiertos, deportes, clases, profesores y equipos, no tenemos nada que envidiar, tenemos las mismas posibilidades que estos estudiantes españoles. Por supuesto que factores que he mencionado, como la gran cantidad de asignaturas optativas, la venta de elementos electrónicos al interior de la universidad, más y mejores alianzas con empresas, la biblioteca abierta incluso domingos y festivos, mayor participación por parte de los estudiantes a través de asociaciones y clubes con buenos y amplios espacios de trabajo, harían de la UMNG una universidad mucho más globalizada e internacional, fortaleciendo su acreditación nacional y obteniendo puntos a favor por una internacional, y tal vez generando mayor interés para estudiantes extranjeros que quieran hacer un intercambio.


Sin embargo, la gran diferencia no está en la universidad sino en la ciudad, en la sociedad que la habita y en su cultura. Sobre todo, es en eso en lo que debemos enfocar nuestros esfuerzos. En enero regreso para unir mi esfuerzo al de todos ustedes y promover ese cambio desde la universidad.

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