Crecer muy rápido puede ser malo
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Foto de Chetan Kolte en Unsplash |
Imaginen que tienen una súper idea, la convierten en un modelo de negocio rentable, y trabajan fuertemente por ella durante un año con un equipo de trabajo reducido. Aún no viven de eso, pero ham hecho las cosas de manera organizada y correcta y están progresando. Luego, en una convocatoria de emprendimiento, reciben una gran inversión. Pasan de tener un capital de 5000 dólares, a 500 millones de dólares. Pasan a recibir un salario de, prácticamente nada -transportes y tal vez seguridad social - a 3000 dólares. Su equipo de trabajo ya no es de 10 personas, sino de 50. Y la empresa ya no queda en su casa, sino en un edificio gigante de 30 pisos.
Wau, es como un sueño, ¿no? Pero un momento, esto toca manejarlo cuidadosamente. Tal vez a cambio de ese crecimiento con hormonas, has tenido que dar muchas cosas valiosas a cambio. Posiblemente ya no puedas -ni quieras- controlar todos los aspectos de tu empresa, como lo venías haciendo. Tal vez haya un montón de gente tomando decisiones junto a ti, o por ti. Quizás comiencen los problemas por dinero: que se desaparece, que no se usa como piensas que debería, que unos quieren más, que la corrupción y los favores aparecen a la vuelta de la esquina; podría comenzar a derrumbarse el ambiente cercano y fraternal que habías construido con tus compañeros, pues ya no se trata de un proyecto sustentado en un sueño sino en índices económicos; en fin, podrían aparecer demasiadas dificultades cuando el salto a las grandes ligas se hace de una manera tan repentina.
Por eso, a veces me tranquilizo cuando me doy cuenta que nuestro progreso, aunque lento, es constante y normal.
Kóndoro: fabricación digital y tecnologías 3D.
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