Actividades en las mañanas

Foto de Zwaddi en Unsplash


Las mañanas son un momento clave del día porque estamos descansados, pero tienden a ser caóticas. Entonces, casi siempre, uno quiere hacer un montón de cosas y no hace ninguna, o también puede suceder que llegan y llegan cosas inesperadas y le impiden a uno avanzar en aquello que le interesa.

¿Qué hacer con respecto a ello?

Lo primero es priorizar. Tratemos de hacer primero lo importante antes que lo urgente. Nuestro tiempo es finito, así que por mucho que queramos, nos va a ser muy difícil salir a hacer ejercicio, seguir nuestro curso en línea, o el libro que estamos leyendo o escribiendo, y desayunar, todo antes de las 8 am, momento en el que debemos comenzar a trabajar. Quizá es posible hacer todo eso a la carrera, levantándonos a las 6 y dedicándole 30 minutos cronometrados a cada actividad. Pero así de afán no quedaríamos muy satisfechos. Nos sentiríamos más bien como si estuviéramos cumpliendo una obligación, en lugar de sentir que nos estamos dando gusto con cosas que nos agradan. Así que mejor hacemos menos, con más holgura y calma, y podemos  alternar actividades entre días.

Me gustó algo que escuché hace poco en un podcast que se llama Libros para emprendedores. Hacían  una analogía entre la fuerza de voluntad y un músculo. Cuando sobreejercitamos un músculo en el gimnasio, ¿qué es lo que sucede? Pues que al otro día estamos adoloridos y no nos podemos mover bien, y entonces, o le cogemos fastidio a hacer esa rutina o a ir al gimnasio, o dejamos de hacer ejercicio (con justa razón) durante varios días, incumpliendo nuestro tradicional objetivo de 31 de diciembre.

Lo mismo sucede con la fuerza de voluntad. Si queremos comenzar a hacer algo nuevo en las mañanas,  cuando tenemos un montón de energía (o en cualquier momento), pues debemos comenzar de a poco. Kaizen puede llamarse: hacer pequeños esfuerzos incrementales paulatinamente. Si queremos comenzar a hacer ejercicio, y nos decimos: mañana me levantaré dos horas antes de lo normal y me iré a correr 15 km, pues a lo mejor posiblemente lo hagamos, pero es muy seguro que al segundo día ya no tengamos tanta motivación, o estemos muy cansados. ¿Qué ha sucedido? Hemos sobreejercitado nuestra fuerza de voluntad, hemos agotado su energía, y por muy buenas que sean nuestras intenciones, no seremos capaces de continuar con la meta que nos habíamos propuesto.

Cuando hacemos algo que nos gusta, o algo que ya hemos hecho antes y es corto, casi no gastamos fuerza de voluntad, porque lo disfrutamos o porque ya estamos acostumbrados a hacerlo. Pero para incorporar algo nuevo a nuestra rutina, o para hacer algo que no nos gusta tanto o que es muy largo, debemos comenzar de a poco, en pequeñas dosis, porque el cambio duele, molesta, es incómodo, nos obliga a romper la inercia de lo que venimos haciendo, nos saca de nuestra zona de confort. Luego de cierto tiempo, después de haber incrementado poco a poco su intensidad, y sin darnos cuenta, lo habremos incorporado a nuestra rutina, y podremos hacerlo inconscientemente, con poco esfuerzo. Se habrá convertido en un hábito.

Esto va ligado a lo siguiente: cambiar de actividad toma tiempo y requiere energía, sobre todo para concentrarse nuevamente. Ya no pensemos solamente en incorporar una nueva tarea a nuestras mañanas, sino en las que normalmente hacemos. Si son muchas, y si las hacemos “al mismo tiempo”, no seremos eficientes en ninguna. Por ejemplo, tenemos que escribir un informe, pero cada cinco minutos estamos mirando el correo o el Whatsapp. Cada vez que interrumpimos nuestra escritura para revisar los mensajes, y volvemos al informe, a nuestro cerebro le cuesta retomar el hilo de la idea que estaba construyendo, y eso nos va agotando. Es decir, nos toma tiempo volver a concentrarnos y sentir que el trabajo nos está rindiendo o que estamos fluyendo. Por eso, es mejor hacer una sola actividad durante un buen rato antes de tomar un descanso o antes de relajar nuestra mente con actividades distractoras.

Esto por otro lado no significa que no podamos dejar de hacer una actividad que nos hayamos puesto nosotros mismos. Si hemos intentado leer o estudiar en las mañanas durante unos días, pero sentimos que no podemos concentrarnos debido a que nos llaman de la oficina, o los clientes, o sentimos que deberíamos estar haciendo otras actividades, pues podemos dejar de hacerlo unos días para pensar acerca de ello o intentar hacerlo en otro momento, como en las noches, antes de dormir (a mi me funciona esta última opción). Nosotros mismos nos colocamos las metas, nosotros podemos quitarlas, porque es nuestro tiempo, y lo que queremos es sentirnos satisfechos y plenos. También puede suceder que las circunstancias cambien, el contexto social, laboral, académico, que nos cambien de lugar de trabajo y por tanto nuestra rutina, o nuestro horario, y todo eso puede influir en las metas y actividades personales que nos propongamos.

Pueden encontrar un video de este artículo en mi IG: https://www.instagram.com/tv/CCSC2rnlX_a/?utm_source=ig_web_copy_link

Comentarios