¿Para qué tener un público?

Si se quiere tener un público es porque, probablemente, uno tiene algo que decir. O al menos uno cree tener algo que decir. 


Y claro que todos los humanos (e incluso diría que los seres vivos) sienten la necesidad de comunicarse. En algún momento de sus vidas. De su día, en el caso de las personas. 

Pero, ¿está el mensaje dirigido a un remitente en específico o es para cualquiera? ¿En realidad vale la pena comunicar el mensaje o daría lo mismo no decir nada? ¿Con qué frecuencia es necesario comunicarse?

Pongamos el contexto del internet y las redes sociales.


Las cosas hay que repetirlas porque nadie estaba prestando atención cuando se dijeron en primer lugar

"Antes de hablar, pregúntate: ¿Es verdad? ¿Es bueno? ¿Es necesario?", dijo (supuestamente) Sócrates.

Sin embargo, si todos tenemos algo que decir, y lo decimos, entonces va a quedar muy poco espacio para escuchar. Y eso de querer comunicar constantemente cada minucia de lo que hacemos no está, a mi parecer, directamente relacionado con que necesitemos de verdad expresar algo. Lo que pasa es que cuando nos damos cuenta de que hay personas viéndonos o escuchándonos, nos gusta, y queremos seguir experimentando esa sensación. Y queremos que cada vez sea más gente. Y queremos que sea más frecuente. Pero la verdad es que no tenemos algo que decir todo el tiempo, la vida es más que todo rutina y en la rutina no suele haber novedad. Y si no hay novedad, ¿qué vamos a comunicar? No estoy diciendo que la rutina no constituya en sí algo lo suficientemente interesante como para no hablar sobre ello, pero cuando se hace una vez, no hay mucho más que decir después. Básicamente ya se dijo todo, porque, pues, es rutina, siempre es lo mismo.


Adictos a tener más

Entonces lo que sucede es que nos volvemos adictos. Adictos a esa atención que recibimos del público. 

Es esa adicción a querer más y más, más atención en el caso de las publicaciones (en internet es el caso más notable y común), o más objetos -aun así tengamos ya otros que hagan lo mismo y que todavía funcionan-, lo que nos ha causado muchos problemas como humanos (y digo como humanos porque no veo que otros seres vivos hagan lo mismo). Aunque también muchas ventajas. El desarrollo tecnológico se ha producido en parte por esa ambición de querer más: más comodidad, más tiempo libre, más lujo. Pero al mismo tiempo es lo que está causando que, por ejemplo, en algunas partes de Colombia se luche contra incendios durante una semana debido al intenso calor (tercera semana de septiembre de 2024), y a la semana siguiente se estén sufriendo inundaciones (cuarta semana de septiembre de 2024). Esas ganas desproporcionadas por la novedad es lo que destruye matrimonios, es lo que arruina empresas. La tecnología seguirá avanzando, y por tanto también lo harán las distracciones, en formas y por medios diferentes, pero a final de cuentas todas brindarán entretenimiento y desenfoque, posesión de falsa felicidad.

Por tanto, la prudencia es necesaria.

"La virtud está en el término medio entre dos vicios, uno por exceso y otro por defecto", dijo Aristóteles.


Poco es mejor que mucho

Ahora mencionemos la siguiente idea paralela. Desde hace un tiempo aprendí que se progresa mejor dando pequeños pasos frecuentes que dando un gran salto ocasionalmente. Y pienso que esto se puede aplicar a prácticamente todos los ámbitos de la vida: al ejercicio para conservar la salud (unos minutos al día son mejor que nada), a los hábitos que queremos incorporar a nuestra rutina, a la alimentación (últimamente estoy comiendo menos), al estudio (pequeñas dosis frecuentes), al trabajo (pequeños avances constantes), y a muchas otras cosas más.


En la comunicación: sólo cuando es necesario, y de manera precisa.

Pero pensándolo bien, no me convence del todo aplicarlo a la comunicación. ¿Estar hablando todo el tiempo, así sea en pequeñas dosis? No, creo que es mejor exactamente lo contrario. Hablar de vez en cuando, cuando sea necesario, y de manera precisa. Y si toca, pues hacerlo largo y tendido. De esa manera dejamos espacio para reflexionar y pensar durante bastante tiempo y así tal vez, tal vez, se tenga algo útil que decir cuando llegue el momento. Si no, es mejor seguir callado. Para profundizar en algo necesitamos silencio y concentración, y hablar no permite concentrarse.

"Habla solo si tus palabras son más dulces que el silencio." – Proverbio árabe

Así que en el caso de la comunicación, diría que es mejor hablar poco y de manera precisa en lugar de hablar mucho, e igualmente que es mejor hablar poco, de manera precisa y únicamente cuando es necesario, en lugar de hablar poco de manera frecuente. Mi tesis es que la comunicación mejora si se hace esto. 


Dar en lugar de tener

En cuanto a la ambición desfondada que tenemos, a los deseos de más y más, he llegado a descubrir algo en mí (y seguramente a cualquier persona, o a muchas, les sucede lo mismo o algo similar). Y es que, en ocasiones, cuando siento esa necesidad de comprar algo (por el simple hecho de comprarlo, no porque de verdad lo necesite, sino porque comprar nos proporciona placer), me he dado cuenta de que experimento la misma satisfacción si DOY algo.

Entonces, ¿se imaginan si muchas personas, para ceder pero al mismo tiempo engañar a su tentación, dieran algo en lugar de comprarlo?

¿Y si, en lugar de dar algo material, diéramos algo emocional, intelectual o espiritual?

Esto de dar algo no material en lugar de comprar algo material lo relaciono con el minimalismo, con el desapego, con vivir ligero. Pero no sólo vivir ligero materialmente sino también mentalmente. Enfocarse en un sólo pensamiento a la vez. Saborear un sólo gran pensamiento al día.

Y quizás así, quién sabe, podamos reducir nuestro impacto en la salud del planeta y en la salud de la sociedad. No será mucho lo que logra hacer una sola persona, ni siquiera un puñado de ellas, y seguramente tampoco verán durante su vida los resultados de sus acciones, pero los habrá. 

Así que la conclusión podría ser nuevamente: no sólo comprar menos, sino también publicar menos. Si hacemos esto, viviremos mejor y permitiremos al planeta existir mejor.

La situación cambia un poco si queremos tener un gran público no sólo porque queremos decir algo, sino porque también queremos vender algo. Y seguramente queremos vender algo porque necesitamos comer para sobrevivir. Así que, entre más grande el público, más ventas podríamos tener. Cuando pensamos en tener más y más público, es porque queremos vender más y más, y así tener más y más dinero. Pero sigue existiendo un punto de inflexión entre lo necesario y la avaricia, y éste sólo lo conoce cada uno en su contexto específico, pero existe, y sería mejor si paráramos justo en él en lugar de seguir vendiendo sólo por acumular riqueza.


Un cambio que necesita mucha comunicación

Ahora, acá viene un posible dilema: para que haya un cambio en el sistema de los humanos, como esto de aprender a consumir menos y comunicarse mejor (hablando poco, de manera precisa y sólo cuando es necesario), se necesita más de una persona. Se necesita una masa crítica (o al menos eso pienso yo). Y para conseguir una masa crítica se necesita comunicación. Mucha comunicación, lo cual va en contra de mucho de lo dicho previamente. Sin embargo, valdría la pena intentar alcanzar esa masa crítica por medio de una comunicación mesurada y frecuente, sin caer en el silencio absoluto o en la habladuría extrema.

Además, para conseguir una masa crítica, se necesita que el orador esté tremendamente convencido de su idea. En añadidura, el rol del público no debería ser únicamente escuchar. Debería ser participar. Debería ser seguir transmitiendo la idea de manera convincente (ojalá respetando los mismos principios con los que la recibieron, así como en las licencias libres tipo Creative Commons). De esta manera podrían existir múltiples oradores, porque algunos del público ahora han tomado la palabra. Oradores que son al mismo tiempo público. Líderes que saben ser liderados. Esos son buenos, tal vez los mejores. Y la idea y su ejecución avanzarán y evolucionarán más rápido.


La idea

Cuando comencé este escrito no sabía que iba a llegar hasta este punto. Simplemente comencé a enlazar ideas que venía reflexionando durante días, y de repente, llegué a lo siguiente.

La idea que me asalta desde hace muchos años es que en Colombia nos tienen, y nos tenemos, maniatados. Es como si alguien o algo no quisiera que progresáramos (tal vez nosotros mismos), o que fuera muy difícil, muy lento, o al menos ese alguien o algo nos hace creer que es así. Digo Colombia, pero es esencialmente en cualquier parte del mundo, pero pues como soy de Colombia y allí es donde lo he visto y vivido, pues lo coloco de ejemplo. Sin embargo, allí sí hay talento. Mucho. Y me enfoco en el talento porque hablar de talento es equivalente a hablar de personas, y las personas son lo importante, no las cosas. Las personas son las determinan cómo va el país. Son las que causan problemas o encuentran soluciones.

Allí en Colombia, y en cualquier parte, sí se podría vivir bien. Todos podríamos vivir bien. Eso es lo que quiero transmitir. Eso es lo que quisiera que más personas tuvieran en sus mentes todo el tiempo. Que la idea los asaltara en medio del día cuando presenciaran alguna situación en el trabajo. Que incluso a veces soñaran con eso. Que se obsesionaran con eso. Porque si se obsesionan, a lo mejor podríamos ver un cambio más rápido. Muchas más personas podrían tener una calidad de vida muy superior a la actual. Se podría vivir sin miedo. Sobre todo esto, vivir sin miedo. Es decir, vivir en lugar de sobrevivir.

Si hubiera más personas obsesionadas con esto, con la idea de que hay mucho talento mal aprovechado (por múltiples razones, como que no hay suficientes oportunidades de trabajo y estudio -ocasionado a su vez por múltiples razones, como la corrupción, aunque la corrupción es causa de muchas otros problemas-) el trabajo en equipo ocurriría casi que de manera natural. Y el trabajo en equipo es en cierta forma opuesto a la competencia. Y la competencia está ligada con la posesión, con lo de querer más y más, así que si más personas estuvieran obsesionadas con lo inicialmente dicho, habría menos personas interesadas en tener y más interesadas en dar. Y como dije antes, esto no sólo sucede en mi país, sino que puede ocurrir en cualquier parte del mundo. 

Entonces, ¿si ven cómo estos últimos párrafos unen las ideas del principio?

Tal vez podría seguir escribiendo sobre más cosas que están relacionadas, pero considero que es mejor ir terminando. Una última idea relacionada es la siguiente: para los humanos nos es difícil pensar en más de una causa para un efecto. Es como tratar de sumar tres números a la vez: no podemos hacerlo sino primero sumando dos y luego sumar el tercero al resultado anterior. Con los fenómenos de causa y efecto creo que nos pasa algo similar, sólo podemos pensar en parejas causa - efecto, una a la vez, pero en el mundo real me atrevería a decir que nada es así de simple, siempre hay más de una causa para un efecto, y seguramente más de un efecto para la misma causa. Es caótico, diría incluso que en el sentido estricto de la definición, donde una mínima variación en la causa cambia por completo el efecto, lo cual nos imposibilita predecir lo que va a suceder. 

¿Cómo se relaciona esto de la causa y efecto con la idea que les comenté acerca del talento mal aprovechado? Pues que no hay una simple manera de resolver el asunto: el asunto de vivir bien sin acabar con lo que nos permite vivir bien (que es el planeta), y amando a las personas y usando los objetos en lugar de amar a los objetos y usar a las personas. Es decir, el asunto de aprovechar el talento. Parte de la respuesta de cómo resolver el asunto se centra en otro tema: las decisiones y elecciones diarias. Para alcanzar un objetivo tan ambicioso se necesita empezar con lo básico, dando, como ya dije, pequeños pasos, y los pequeños pasos suceden cada día con cada elección que hacemos.

Aquí entra en juego el azar, porque lo que elegimos que suceda no es siempre lo que sucede, pero ya dejemos eso para otra oportunidad.

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