PhD. 4: A casi 1 año de haber empezado

En septiembre de 2023 estaba preparando mi viaje hacia Bélgica. Iba a ser un trayecto largo, con una escala en República Dominicana (que fue muy agradable gracias a la buena comida y a Juan Luis Guerra), unos días en Hildesheim, Alemania, para recoger mis cosas, y el 1 de octubre estaba llegando a Bruselas.

Muchas cosas han pasado desde entonces. Muchas cosas pueden pasar en un año.

Desde hace unos meses ya, diría que desde hace unos seis, entendí que básicamente no importa nada de lo que suceda.

No importa si termino el doctorado, no importa si sigo trabajando en la RMA, no importa si me homologan los títulos, no importa nada de eso.

Tal vez lo único que debería importarme es sentirme en paz por vivir. Por la gran vida que tengo, simple, sencilla, tranquila, lenta, aburrida tal vez, pero en paz.

Trato de aplicar eso todos los días, a mis relaciones con los demás, y no es fácil. Por mucha filosofía estoica que haya leído, no es fácil aplicarla. Sobre todo con personas que se comportan de una manera completamente diferente a lo que predico y trato de aplicar.

Pero esas son las verdaderas oportunidades en donde podemos poner en práctica nuestro conocimiento. Saber pausar antes de responder. No dejarse alterar. No prestar atención a los agravios. Responder con humor. Tomarse la vida con calma. Hakuna matata. No suponer. Dar lo mejor de uno. Ser mejor cada día.

Memento mori.

Estoy también pasará.

Todos vamos a salir muertos de la función.

Todos los días pienso en la muerte. En mi papá. En todo lo que habría sido diferente si no hubiera muerto. En mi muerte. En cómo es que se siente, si es que es posible sentirla. Tal vez no se puede sentirla, precisamente porque esa es la definición de muerte: no sentir. Pero igual me pregunto cómo será, así como una vez Daniel Gómez se preguntó cómo se sentiría hacer el amor con una mujer, mientras jugábamos ping pong en el colegio. 

Era una tarde, tal vez lluviosa, entre semana, debíamos estar en séptimo u octavo, porque él todavía no se había ido para Estados Unidos, y el último año que hizo con nosotros fue octavo, y estábamos en el coliseo, en la parte alta de las graderías, jugando en una de las mesas de ping pong que había por allí.

Por esa época yo era muy bueno jugando. Llegué a la final en un par de torneos, no sé si gané alguno. Jugaba también tenis, y mi papá había jugado ping pong conmigo desde pequeño, así que sabía del tema. Estábamos en medio del juego, charlando de una cosa y de la otra, cuando él me dice eso preguntándose a sí mismo: cómo se sentirá hacer el amor con una mujer.

Hoy, que ya sé la respuesta, yo me pregunto: cómo se sentirá morir.

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