La peste



No me atrapó del todo. En ocasiones podía leer 30 páginas de corrido, y en otras apenas unas 5. Es más, no sé si la entendí del todo, por eso me puse a leer opiniones de otros. Me imaginaba algo un poco diferente, tal vez esperaba más detalles de la peste, pero en realidad la peste es casi un pretexto para hablar sobre otros temas.

Novela un poco confusa, en mi opinión. Con más de 60 años ya, y traducida al español, era de esperarse que no fuera una literatura a la que estuviera acostumbrado. Mis únicas referencias eran que Camus estaba relacionado con el existencialismo. Ahora, luego de leer un poco algunas reseñas, recuerdo que también tiene que ver con la filosofía del absurdo. ¿Qué es el absurdo? Algo que no tiene sentido, que no se puede explicar. Eso era lo que sentían los personajes, algo que no podían explicar, no sabían por qué ellos debían soportar ese sufrimiento, el dolor de la separación, la pérdida de tantas libertades, de sus comodidades. 

Llega un punto en que las personas prácticamente se acostumbran a las nuevas reglas impuestas por la peste. Ya no sienten deseos, no se emocionan, van perdiendo de vista el sentido de su vida. Los personajes se enfrentan a dilemas como: dejar la ciudad por su felicidad, apartando de sí la infelicidad de los demás, o quedarse luchando con los demás, ayudando a los enfermos, a costa de no ver por largo tiempo a aquellos a quienes aman. O hay otros que se sienten a gusto en medio de la peste, como si ellos siempre la hubieran tenido, y ahora se pudieran relacionar tranquilamente con los demás que también la tienen, o están en riesgo de tenerla. Este, Cottard, se enloquece al final, y comienza a disparar desde la ventana de su apartamento. Incluso aquellos que eran protagonistas son atacados y asesinados por la peste, ese Tarrou, que decía que ya conocía todo en la vida.

Lo absurdo llega al punto de que se escuchan opiniones, como las del sacerdote Paneloux, que motivan a querer la peste, pues como no se entiende, más sin embargo es deseo de Dios que suceda, no queda más remedio que aceptarla. Bueno, aceptarla es diferente a quererla, pero se basan en lo mismo, en la inexistencia de un sentimiento de rechazo. 

La peste es la vida. Es decir, todos estamos apestados, vivimos en la peste, en lo absurdo, no tenemos control sobre la mayoría de lo que sucede, no entendemos por qué sucede, y nos llenamos de desesperación y nostalgia cuando recordamos la felicidad de otros tiempos. Y a veces creemos que nos abandona, pero el bacilo de la peste no muere, solo se esconde, para reaparecer en cualquier momento, bajo cualquier circunstancia.

Hubiera querido escribir más sobre esta novela, pero aparece fragmentada en mi cabeza. Solo sé, con certeza, que la peste a la que se refería Camus no era la enfermedad que mataba a la gente, sino una propiedad intrínseca de la vida, sus desgracias que a veces nos dejan en el exilio, y nos enseña a aceptar sin preguntar.

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