Tú me gustas

 Cuento escrito el 8 de marzo de 2009



Esperaba con ansias el viernes. Siempre lo hacía. Cada semana. Me gustaba pensar en la forma como ibas a aparecer, en la forma como me ibas a mirar y a decir <<hola cami>>, siempre tan despreocupada y simple. Cada uno de los días previos a nuestro encuentro los aprovechaba para planear lo que te iba a decir y cómo te lo iba a decir.

<<Paula, tú me gustas. Espero que esto no te tome mucho por sorpresa, a lo mejor ya lo imaginabas, lo intuías, como tú dices. Si no quieres, no me digas nada. Yo simplemente quería expresártelo, no podía guardar durante más tiempo este sentimiento dentro de mi. No sé si me quieras únicamente como amigo, o si también sientas algo más, como yo. Pero eso no importa, o bueno, sí importa, lo que quiero decir es que sea cual sea tu respuesta, yo te seguiré queriendo como ahora>>

Lo repetía una y otra vez. Cuando se me olvidaba, empezaba de nuevo. Hacía más pausas de las necesarias para escucharlo de una forma diferente. Cambiaba la entonación. Invertía las ideas. Me imaginaba tu rostro, con tus hermosos ojos mirándome y moviéndose de una forma diferente cada vez que me escuchabas decir algo nuevo. No sabía si decir más o decir menos, cambiar alguna palabra, o eliminarla del todo. Lo que más me intrigaba era la reacción que podrías tener. Tal vez en medio de mi declaración me interrumpieras y me dijeras <<pensé que nunca lo ibas a decir>>, y te lanzaras sobre mí para abrazarme y para besarme. Esto sería ilógico y a la vez increíble después de haberte escuchado decir que por el momento no te interesaba iniciar ninguna relación, pero también sería lo perfecto, lo maravilloso.

Tal vez darías media vuelta y sin decir nada te irías de allí, no me volverías a contestar el celular ni a responder mensajes. O simplemente dejarías que acabara mi discurso para tomarme de las manos y decirme, tierna y cariñosamente, <<cami, yo te quiero mucho, pero sólo como amigo, perdóname>> y yo, sin más remedio, asentiría torpemente debido a la emoción de que me hubieras cogido las manos, observándote, pero con la mirada perdida en el negro de tus ojos.

Y cada vez que llega un viernes, la expectativa se renueva, aumenta mi pulso, cambia mi estado de ánimo, siento que la vida me ha sonreído. Cuento las horas para que nos encontremos. Calculo indescriptiblemente cada uno de los detalles que pueden intervenir en nuestro encuentro, repaso nuevamente lo que te voy a decir, la forma como puedes reaccionar, el modo en el que voy a reaccionar de acuerdo a tu reacción, me imagino todo, de principio a fin, y luego, apareces tú.

Apareces de verdad, ya no en mi mente, con tu hermosa presencia y tu dulce voz me dices <<hola cami>>, sin pretensión alguna, y me besas en la mejilla.

Es entonces ahí, justo en el momento que mis labios hacen contacto con tu rostro y los tuyos con el mío que empiezo a pensar en el momento justo para decirte todo lo que te tengo que decir. Luego de unos breves instantes de meditación, acepto tristemente que de nuevo he fracasado, que en este encuentro no voy a atreverme a decirte lo que siento, por tal o cual razón, excusas es lo que hay de sobra.

Quizás el próximo viernes sí te diga que me gustas.  

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