EL NOMBRE DEL SILENCIO: PRIMERA PARTE

Necesitaba escribir, así fuera para únicamente plasmar que tenía tal deseo. Ya muchas veces me ha sucedido esto, ya casi que me acostumbro, es como querer escribir y saber bien acerca de qué, pero no atreverme a hacerlo, porque sé que si comienzo, luego no se cómo parar, ni en donde parar, y la cabeza comienza a revolverse. Y mientras decido si escribo o no, saco cualquier disculpa para no tomar aún la decisión, por ejemplo, hace un rato leía las entradas del blog "El pozo es-céptico" de Alexander Rugeles, que son muy interesantes y siempre tratan algún tema actual desde su punto de vista.


Y cuando terminé de leerlas, pues no tenía nada más con qué escudarme, así que empecé a escribir.

Era un viernes. No, era sábado. Sábado 26 de noviembre de 2011. 

Estoy seguro que una de las razones por las que escribo esto es para tratar de sacármelo de la cabeza, aunque no estoy completamente convencido de si quiero eso. Por lo  menos, va a quedar guardado en un lugar menos volátil que mi memoria.

Me levanté, como a las 8. Ya no recuerdo a qué horas salía mi vuelo. Posiblemente a las 10 y media, o algo así. Ya tenía la maleta lista, solo me faltaba imprimir el boleto, o el pasaje virtual, no se qué nombre recibe. Viajaba hacia Cali. ¿Por qué hacia Cali? Porque se dio la coincidencia de que los vuelos estaban más baratos hacia allá que hacia Pereira, y como el boleto era un regalo que me estaban haciendo, pues no dudé en responder que no había problema en ir a Cali en vez de Pereira, con tal de ahorrarle algo de dinero a mi tía, quien era la que me lo estaba comprando. Bueno, y ¿coincidencia con qué? Coincidencia con una reunión de la Sociedad Colombiana de Ortopedia Maxilar a la cual asistía mi papá y que se estaba llevando a cabo en dicha ciudad.

A mi parecer todo estaba bastante bien. Iba a estar un día en otra ciudad, casi que de paseo, seguramente con mi tio, en su apartamento, un lugar bastante cómodo y agradable, y luego me iba a encontrar con mi papá para regresar juntos a Pereira. 

Llegué a Cali como a medio día. Hasta donde me acuerdo no hubo contratiempos en el vuelo. Cuando salí del aeropuerto, mi tio me estaba esperando, subimos al carro, charlamos un poco, de esto, de aquello, de mis estudios, mi novia, yo le preguntaba a él cosas de mi primo, en fin, de una gran variedad de temas. 

Con el paso del tiempo he aprendido a tener la mínima capacidad de conversación que mi familia exige, solo por tratar de ofrecerles un momento agradable, y no que se estrellen con alguien sumamente callado y ensimismado.

Cuando llegamos a su apartamento, tenía un par de invitados. Una señora, que sin ser extremadamente mayor su aspecto demostraba lo contrario, algo baja de estatura, con su cabello medio negro y medio gris, y un hombre que ya en los primeros instantes pude darme cuenta que tenía algún tipo de tendencia homosexual. 

Ambas personas eran bastante amables, y el almuerzo se desarrolló en medio de comentarios graciosos, preguntas acerca de la vida del hombre en Francia, de sus expectativas acá en Colombia y las modificaciones que le estaba haciendo al apartamento que había comprado en ese conjunto, La señora por su parte hablaba de negocios y trámites, porque si no estoy mal, ella es la contadora de mi tio, entonces le comentaba de cómo tenía que hacer tal vuelta, aquella, qué papeles hacían falta, cuánta plata era necesario, y cosas por ese estilo. Yo de vez en cuando comentaba algo, preguntaba alguna nimiedad, me sorprendía con alguna afirmación, simulaba desconocer alguna información, y logré terminar sin problemas el almuerzo y la conversación.

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