Cuentos de luz para el alma. El conocimiento se debe asimilar. Autor: Ricard López

Foto de Patrick Tomasso en Unsplash



Una pequeña historia que me gustó hace tiempo, y que creo que muchos deberían aplicar en este mundo tan agitado.

El conocimiento se debe asimilar

Un hombre se presentó ante un sabio y le dijo: «He viajado de un maestro a otro, he estudiado yoga, budismo, he practicado meditación y Tai Chi durante muchos años y me he iniciado en Reiki. Ahora deseo ser uno de tus discípulos, para poder beber de la fuente del conocimiento y así avanzar cada vez más en el camino hacia la Iluminación».

El sabio, en lugar de responder directamente a lo que había oído, mandó que le sirvieran la cena. Vino un mayordomo y le trajo doce platos repletos de comida. Había arroz, alubias, verduras, ensaladas, frutas, pasteles, etc. El buscador empezó a comer. Al principio, se sintió complacido. Comió y comió. Pero al acabar el séptimo plato, dijo: «Gracias por la comida, ya no puedo más». Entonces se acerco el sabio y le dijo: «Tienes que acabarte toda la comida, como muestra de agradecimiento». El buscador, con mucho esfuerzo, continuó comiendo para no disgustar al sabio.

Cuando estaba acabando el último plato, ya no podía ni siquiera comer un grano de arroz más. Empezó a sentir un gran malestar.

Entonces, el sabio le condujo a una habitación de invitados y le dijo: «Ahora descansa, acuéstate en esta cama y así podrás digerir la comida».

El buscador se acostó y rápidamente se quedó dormido. Pasaron tres horas y el sabio lo despertó y le dijo: «Levántate, es hora de cenar».

El buscador respondió: «No, por favor, no tengo hambre y me encuentro mal». Y el sabio dijo: «Cuando viniste a verme, estabas tan lleno de conocimientos indigestos como lo estás ahora de comida. Pensabas que necesitabas más conocimiento para salir de tu malestar espiritual. Pero no es así. Si quieres aprender conmigo tienes que vaciarte de tanto saber. Has acumulado demasiadas teorías, pero no te han servido de gran cosa. No te veo satisfecho ni en paz. Si lo deseas puedes quedarte tres meses con nosotros. Pero te impongo unas condiciones: durante ese tiempo no deberás hablar con nadie ni hacer preguntas ni leer ningún libro. Quiero que te limites a ser un observador de la realidad y de tu mente, y para ello deberás guardar silencio. El buscador comprendió y aceptó.

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