La ansiedad oculta Capítulo 3: darse cuenta
¿De dónde surgió esta manera de afrontar la vida? Pienso que tuvo que ser una combinación entre lo que me enseñaban mis papás y mi propia personalidad.
Ellos me hablaban de esfuerzo, de buenos resultados, de justicia divina, de la milla extra, de responsabilidad, y yo además quería retribuirles todo lo que me daban.
Solo más de una década después del suceso de mi examen de matemáticas comprendí la actitud de la mayoría de mis compañeros, en ese entonces universitarios: la universidad, o el colegio, y las notas, los trabajos y los exámenes NO eran la vida entera, eran PARTE de la vida, y muchas veces había aspectos más importantes e interesantes que estudiar.
Yo no había comprendido eso, y durante mi paso por el colegio y gran parte de la universidad, esos dos escenarios SÍ eran mi vida entera, eran el centro de mi atención y mis esfuerzos, yo vivía por y para eso.
Claro, como todo, me trajo cosas buenas y malas, pero ahora veo que había un desequilibrio, mi vida no estaba balanceada, y los excesos traen inconvenientes. Y seguramente como nos sucede a todos cuando vemos en retrospectiva, hubiera podido evitar problemas o situaciones, o hubiera podido aprovechar mejor ciertos momentos, si mi actitud frente a la vida hubiera sido más equilibrada.
Nunca me trajo problemas físicos o mentales graves o crónicos, solo lo que es común. Pero sí me generó pensamientos, actitudes o sentimientos que solo hasta hace poco descubrí que son manifestaciones de la ansiedad.
Llegó el final del colegio, recibí algunos reconocimientos que aumentaron un poco más mi carga emocional, y vino la difícil decisión de la universidad.
No pude estudiar lo que yo quise porque mis papás no lo consideraban útil para vivir. Y luego vino otro acontecimiento que seguiría marcando y alimentando el estereotipo del éxito: recibí una beca por parte de una empresa, la cual ayudó en grandísima medida a mis papás con los gastos universitarios, y por lo cual siempre estaré agradecido.
En ese punto, segundo semestre de universidad, yo sentía que, si todo el mundo decía que yo era tan bueno, pues entonces era porque sí debía serlo, y me presionaba en exceso para ser perfecto en mi rendimiento académico, para mostrar que no se equivocaban, y que yo no cometía errores, que tenía un gran futuro y que sería alguien muy “importante”.
Qué gran peso me había echado encima. A mitad de carrera comencé a sentir que algunos temas y materias no me gustaban tanto o no era tan bueno en ellos. Tenía que esforzarme demasiado para simplemente hacer algo medianamente bien.
Eso me asustó. Tal vez no era realmente tan bueno como me habían dicho que era. Cada vez que algo no salía como esperaba, me sentía observado y juzgado.
Nadie nunca me dijo: tómatelo con calma, disfruta el momento, no tienes que demostrarle nada a nadie, déjalo fluir. Por el contrario, se comparaban conmigo; se proponían, como principal objetivo, superarme, o me buscaban para obtener ventajas y beneficios académicos. No culpo a nadie, todos jugamos un rol en la sociedad y nos vemos afectados por ella de alguna manera: alumnos, profesores, padres, directivos. Por eso, si estás leyendo esto y te sientes en una situación similar, te digo: PARA, DETENTE. Analiza si estás viviendo para ti o para los demás. Date la oportunidad de equivocarte. Relájate un poco, aprende a respirar profundo y vive el presente. No tienes que hacerlo todo ahora ni ser perfecto. No tienes que hacer nada. Tan sólo vivir.
Hay otro elemento que ha marcado mi obsesión por el “éxito” o la perfección, y es el hecho de tratar de no abandonar, y por el contrario mantener, las habilidades aprendidas en la infancia. En mi caso específicamente fueron muchas actividades que hice de pequeño: tocar el piano por muchos años, jugar ajedrez por mucho tiempo, jugar tenis durante todo el colegio, jugar tenis de mesa, hacer cursos de natación, y otras cosas más.
Tratar de mantener tantos pasatiempos es complicado. Creo que había comprendido mal la palabra pasatiempo. Sentía incluso que estaba obligado a ser muy bueno en ellos. Pero el tiempo no da, es imposible hacer bien tantas cosas en un día. Y además, creo que por fin voy comprendiendo que nuestros gustos o talentos no tienen por qué convertirse en nuestros oficios o pasiones.
Comentarios
Publicar un comentario