Mi viaje por la maestría

Estoy a poco más de un mes de finalizar mis estudios de postgrado, específicamente una maestría en matemáticas aplicadas, en la Universidad Sergio Arboleda.

Foto de Elisa Calvet B. en Unsplash



Miro el retrovisor, y como siempre nos sucede, me pregunto ¿en qué momento pasó tanto tiempo? Ya son dos años desde que comencé a enviar papeles, escribir correos, pensar en préstamos y sentir ansiedad por comenzar a estudiar algo un poco por fuera de mi zona de confort. Me pasa lo mismo cuando pienso en mi pregrado (y en muchas otras cosas): ya son doce años desde que pisé por primera vez la UMNG.

El génesis de la decisión de estudiar un postgrado había comenzado mucho antes del 2018. Ya en febrero de 2016, al regresar de mi intercambio de cinco meses en España en la UPM, había comenzado a revisar opciones de maestrías y/o especializaciones acá en Colombia, en Bogotá. En ese entonces aún no estaba preparado para dejar el país (sentía que aún tenía cosas por hacer, cartuchos que gastar, cartas que jugar). Sin embargo, no tenía muy claro en qué área quería profundizar, y además era mi último año de materias del pregrado en ingeniería en telecomunicaciones, así que realmente no tenía espacio para agregar una responsabilidad más a mis actividades académicas. Para acabar de completar, estaba retomando las actividades del emprendimiento que hacía poco más de un año y medio había constituido en conjunto con varios compañeros universitarios.

En síntesis, no era el momento adecuado.

Tuvieron que pasar algo más de dos años, muchas convocatorias de emprendimiento, muchos sacrificios con la empresa, trabajos con una fundación y una experiencia internacional, para que un día dijera: bueno, ya me siento listo, creo que he explorado lo suficiente y estoy dispuesto a iniciar un nuevo recorrido académico.

Cuando en 2016 había buscado opciones de postgrado, había encontrado especializaciones en matemáticas, pero no maestrías. Había buscado en esa área porque como he dicho en muchas ocasiones anteriormente, siento que me va mejor con la cabeza que con las manos (a pesar de haber estudiado dos pregrados en ingeniería). Sin embargo, me he dado cuenta que esto tiene que ver más con el miedo y la intolerancia al fracaso que con el hecho de ser realmente incapaz. Sigo trabajando en esta estructura de pensamiento que muchas veces me limita.

Entonces, en el primer semestre de 2018 cuando sentí esa motivación, decisión y entusiasmo por continuar mis estudios, sorprendentemente encontré que ya había una opción de maestría en matemáticas aplicadas en la Universidad Sergio Arboleda. Anteriormente ya había tenido contacto con esta universidad, pues la primera convocatoria de emprendimiento que ganamos para Kóndoro había sido allí, SUE, y además conocía sus charlas sobre astronomía e incluso había visitado en un par de ocasiones su observatorio. Y no está de más mencionarlo, conocía la buena reputación que esta universidad tenía con su pregrado en matemáticas.

Entonces dije, aquí fue. Y comencé todo el proceso de papeles, entrevista, ida a bancos, pagos, etc.

Han sido cuatro semestre bastante diferentes entre sí, en todo aspecto -intensidad, satisfacción, profundización- pero en general la maestría cumplió mis expectativas. Encontré en ella más cualidades que defectos, más buenos profesores que malos, buenas, agradables y modernas instalaciones -a pesar de ser pequeñas-, una gran dedicación y atención por parte de los administrativos, y muy buenas conexiones internacionales de los profesores.

Igualmente, la maestría ha tenido buena acogida, pues ya han entrado cuatro cohortes (yo hice parte de la primera), y la cantidad de estudiantes es de aproximadamente 40, casi la mitad de los estudiantes que tiene el pregrado en matemáticas de la misma universidad.

Claro que hay cosas por mejorar, y que junto a mis compañeros las hemos transmitido a las directivas de la maestría, encontrándonos siempre con oídos prestos a escuchar. Entre tales sugerencias hemos mencionado el cambiar o mover temas de alguna asignatura, o intercambiar materias entre semestres, o mejorar metodologías, en fin, lo que siempre sucede con un nuevo programa académico que se está ajustando (y que debe suceder también con los programas que ya llevan tiempo pero deben ajustarse a los cambios de la sociedad), y más de nivel de postgrado, haciendo énfasis en que este postgrado en particular recibe a estudiantes con perfiles muy disímiles entre sí (porque hay estudiantes con todo tipo de formaciones académicas: químicos, matemáticos, ingenieros, financieros, economistas, entre otros)

Quizá el mayor beneficio que he encontrado al estudiar esta maestría es experimentar la vida académica e investigativa en mayor grado, mucho más que en los pregrados y en mi asistencia de investigación. Sentí con mayor plenitud la experiencia de estudiar y aprender con menos presión, la oportunidad de poder divagar un poco más en el aprendizaje, el conocimiento de nuevas herramientas para la creación y compartición (esta palabra es horrible, lo sé, pero no encontré otra) de conocimiento, y finalmente la oportunidad de dictar clases en pregrado, con todas las responsabilidades que ello conlleva.

En conclusión, mi paso por la maestría me ha permitido definir mejor mis intereses y actitudes profesionales y académicas. Tanto así, que inicié mi sitio web personal profesional, y ya estoy revisando opciones para realizar el doctorado.

Esta vez, sí fuera del país.

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