EL NOMBRE DEL SILENCIO: UNDÉCIMA PARTE

Foto de Joana Cordeiro Ferreira en Unsplash



Luego de eso, sucedieron muchísimas cosas en poco tiempo, que es lo mismo que decir que tuve la impresión de que el tiempo se detuvo. Mi mamá me dijo que llamara a mi tío Sergio, para informarle. Lo hice, sin pensarlo, sin siquiera decirle que no me gustaba la idea, que incluso aún hoy me cuesta decir (y escribir) "mi papá falleció". Mis tías llamaron al resto de la familia, y así la noticia comenzó a esparcirse.

Salimos de la UCI, sacaron a mi papá en la camilla, y lo montaron en una ambulancia, para llevarlo a la funeraria Los Olivos. Todo eso sucedía rápidamente y yo me sentía como en una película, de esas que uno ve a la 1 de la mañana, con lluvia, metido en la cama. Allá en la funeraria elegimos un ataúd, y dijimos que lo íbamos a cremar, igual que a mi abuelita, la mamá de mi papá, unos 8 meses antes.

No sé si fue antes o después de ir a la funeraria que fuimos al apartamento, creo que para sacar la ropa que le íbamos a poner a mi papá. No sé, pero fue terrible llegar al edificio y decirle lo sucedido al portero, y luego comenzar a recibir llamadas, mensajes, todos queriendo saber qué había sucedido, y uno sin querer contarlo.

Ya en la funeraria no había nada que hacer sino esperar que dijeran que estaba listo para llevarlo al horno crematorio. En ese lapso de tiempo comenzaron a llegar familiares, tanto cercanos como esos que solo aparecen en contadas ocasiones, tanto buenas como malas. Todos tristes, apenados, con intenciones de dar ánimos. Algunos con semblante triste, otros llorando. Yo no quería nada, solo que me dejaran solo, pero todo el mundo insistía en hablarme, darme la mano, abrazarme. Lo aprecié, de verdad, pero esos gestos ni me dieron ni me quitaron nada. Ya para esa época era medio solitario, y ese día me torné un poco más.

Cuando nos dijeron que ya todo estaba listo, salimos para el cementerio, donde iba a ser la cremación. ¿Increíble, no? Hacía menos de 12 horas mi papá respiraba, y ya lo íbamos a cremar. Menos mal fue así, porque no pude haber soportado esas ceremonias que duran días y días haciendo visita al ataud. 

Allá al cementerio llegó aún más gente, lo cual me demostró lo apreciado que era mi papá, y lo mucho que me faltó por conocerlo. Porque tenía que tener algo especial para que las personas hubieran ido, de un momento a otro a esa ceremonia, ya que no hubo preparación alguna, no se avisó, no se los llamó, nada, únicamente fueron al ser avisados por el voz a voz. Y pararon sus actividades, interrumpieron sus deberes, y se acercaron un momento a despedirlo. Eso sí me pareció increíble, un gran detalle, porque no era un gesto conmigo, sino con mi papá.

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