Andrew Carnegie

Andrew Carnegie nació de la unión de Margaret Morrison y William Carnegie, el 25 de noviembre de 1835, en Dunfermline, en una cabaña de una sola habitación, la cual compartían con otra familia. En 1836, la familia logró mudarse a una casa más grande y cómoda gracias a la alta demanda de trabajos para su padre quien trabajaba elaborando un tipo de telas denominadas Damascos.


En su niñez, Andrew fue profundamente influenciado por su tío George Lauder Sr., un líder político escocés, quien lo introdujo en muchas lecturas, entre ellas las de héroes históricos escoceses. El hijo de Lauder, también llamado George Lauder, creció junto a Andrew y se convertiría en su socio en los negocios.


Cuando Andrew tenía 13 años, alrededor de 1848, su padre tuvo muchos problemas para conseguir dinero como tejedor, y además, el país se encontraba en recesión, así que no había mucho qué comer. Debido a esto, la madre de Andrew comenzó a trabajar ayudando a su hermano quien era zapatero, y también conseguía dinero vendiendo algunos alimentos.

Sin embargo, esto no era suficiente y los Carnegie luchaban para llegar a final de mes. Por esto, decidieron pedir prestado dinero al señor George Lauder Sr, y se fueron para los EE. UU., a Allegheny, Pennsylvania, en 1948, buscando una mejor vida.

La ciudad a la que llegó la familia Carnegie crecía rápidamente, pues producía lana y algodón. Pero al parecer nadie parecía estar interesado en los productos que fabricaba su padre. A pesar de esto, tanto Andrew como su padre recibieron ofertas de trabajo en la misma fábrica de algodón, y así el chico de 13 años consiguió su primer empleo como embobinador, cambiando carretes de hilo durante 12 horas, 6 días a la semana. Comenzó ganando 1.2 USD por semana, que para 2019 serían unos 38 USD.

Con el paso del tiempo, Carnegie se dio cuenta que el dinero era para ayudar a otras personas y que la vida era más que conseguir plata. Alguna vez escribió, ya cuando había alcanzado su fortuna, que 50.000 USD al año le eran suficientes, y que el excedente de sus negocios lo quería usar para fines benévolos. Le interesaba mucho mejorar la educación y ayudar a las clases económicas menos favorecidas. Consideraba que “el hombre no debe tener ídolos y la acumulación de riqueza es una de las peores especies de idolatría”, y que “ningún ídolo es más degradante que la adoración al dinero”. Quería retirarse de los negocios a los 35 años, y dedicarse a estudiar y leer sistemáticamente.

La pasión de Andrew por la lectura y por aprender constantemente se debía, según él mismo lo dijo, al apoyo del coronel James Anderson, quien puso a disposición su biblioteca de más de 400 títulos (para la época era un gran número) a los chicos que trabajaban, todos los sábados en la noche. En agradecimiento, Carnegie prometió que si la riqueza y la fortuna llegaban a él en el transcurso de su vida, se iba a encargar de que otros chicos pobres recibieran oportunidades similares a aquellas que el coronel Anderson le había brindado. Y pudo lograrlo. Qué gran gesto.

Poco después, su padre renunció a su puesto en la fábrica y regresó a su telar. Pero Andrew continuó trabajando allí y llamó la atención de John Hay, un fabricante escocés de bobinas, quien le ofreció un trabajo mejor remunerado, de 2 USD por semana (unos 58 USD para 2019). Andrew aceptó, pero el trabajo resultó más difícil que el anterior, pues debía hacer funcionar una pequeña máquina de vapor y encender una caldera para lo cual tuvo que practicar durante muchas noches, siempre con el temor de no generar suficiente energía para los trabajadores del resto de la fábrica, o de generar mucha y hacer explotar la caldera.

En 1849, Carnegie se volvió un mensajero de telégrafo en la oficina de Pittsburth de la Compañía de Telegrafía de Ohio. Nuevamente, le subieron el salario, ahora a 2.5 USD por semana (unos 75 USD para 2019). Era un trabajador incansable y logró memorizar las ubicaciones de todos los negocios de Pittsburgh y los rostros de todas las personas importantes. De esta manera, Andrew consiguió muchas conexiones. También comenzó a prestar mucha atención al sonido del telégrafo y rápidamente aprendió a distinguir los sonidos de las señales entrantes.

Así logró la increíble capacidad de traducir los mensajes con solo oírlos, sin necesidad de anotarlos, y por esto logró ser promovido a operador de telégrafo en un lapso de un año, es decir, para 1850, cuando tenía alrededor de 15 años.

En 1853 Carnegie nuevamente ascendió en su carrera laboral, y con 18 años fue contratado por Thomas A Scott de la Compañía de ferrocarriles de Pennsylvania como operador de telégrafo y secretario, con un salario de 4 USD por semana (unos 120 USD para 2019. Esto ya es aproximadamente 1.5 SMLV colombianos de 2019). Carnegie aceptó el trabajo porque veía más oportunidades de crecimiento y adquisición de experiencia con esta empresa que con la compañía de telégrafos, y no se equivocó, pues a los 24 años, es decir, 6 años después Thomas le preguntó si sería capaz de ser el superintendente de la división Oeste de la empresa. Claramente Carnegie no iba a desperdiciar esta oportunidad de oro, y el 1 de diciembre de 1859 ocupó oficialmente su puesto.

En su nuevo puesto, Carnegie comenzó a fortalecer su equipo de trabajo y logró apoyar a su familia, contratando a su hermano menor, de 16 años, Tom, para ser su secretario personal y operador de telégrafo, y a su prima María Hogan, quien se convirtió en la primera mujer operadora de telégrafo del país.

Como superintendente, Carnegie logró llegar a ganar 15.000 USD por año (unos 42.000 USD para 2019), y este puesto y experiencia fueron vitales para sus negocios posteriores. Los ferrocarriles fueron el primer gran negocio de los EEUU, y la compañía de Pensilvania era una de las más grandes, por lo que Carnegie aprendió mucho acerca de administración, gestión y control de costos durante estos años, y sobre todo, de su jefe, Thomas Scott.

A lo largo de su carrera, Carnegie aprovechó muy bien las relaciones personales con Thomas Scott y con John Thomson -presidente de la empresa de ferrocarriles de Pensilvania- ofreciendo a los dos hombres participación en sus empresas. Incluso siguió relacionándose con ellos durante la guerra civil de 1860 a 1865, en la cual también logro hacer negocios con los ferrocarriles y el telégrafo.

Para 1864, Carnegie también incursionó en el incipiente negocio del petróleo y la fabricación de productos de hierro y acero, aumentando en gran medida su fortuna (apenas iba a cumplir 30 años). Y a partir de 1865 se dedicó por completo a esta su nueva empresa durante el resto de su vida laboral. Esta sería la empresa que le permitiría forjar todo su imperio económico durante los siguientes 40 años.

Sin embargo, y a pesar de todo el éxito empresarial que estaba logrando, la madre de Andrew muere en 1886, lo cual fue un gran golpe para él, pues la amaba tanto que había dedicado gran parte de su vida a acompañarla y por tanto no se había casado. Encontrándose ya solo en el mundo, ese mismo año Andrew decidió contraer matrimonio con Louise Whitfield, quien era 21 años menor que él, y con quien tuvo su única hija en 1897, a la que llamó como su madre, Margaret.

A pesar de su gran dolor, Carnegie siguió dedicado a sus empresas, y la industria del acero seguía creciendo y creciendo, así que sus ganancias también, sobre todo por dos innovaciones incorporadas por la empresa de Carnegie: la primera, la producción masiva, eficiente y barata de acero, y la segunda, la integración vertical de todas las materias primas para su fabricacón.

Carnegie hizo así su fortuna en la industria del acero, controlando las operaciones de hierro y acero más extensas alguna vez poseídas por un único individuo en los EE. UU. Durante años compró también las empresas de la competencia, y en 1892 fundó la Carnegie Steel Company.

Después de décadas de trabajo incansable, Carnegie se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo. Él, quien comenzó como operador de telégrafo antes de cumplir los 20 años por allá en la década de los 40 del siglo XIX, para 1860 ya tenía inversiones en ferrocarriles, puentes y acero. Acumuló su riqueza vendiendo bonos de sus empresas y levantando dinero de otras. Construyó la Pittsburgh’s Carnegie Steel Company, la cual vendió a J.P. Morgan en 1901 por 303.450.000 USD, y la cual pasó a convertirse en la U.S.Steel Corporation. Después de esta venta, sobrepasó a John D. Rockefeller como el hombre más rico de América durante los siguientes años.

Andrew Carnegie murió el 11 de agosto de 1919 en Massachusetts, EEUU. Fue tanto un gran empresario que permitió la expansión de la industria de acero en EEUU como un líder filántropo que donó más de 350 millones de USD de la época (unos 65 billones USD actualmente) a fundaciones, instituciones de caridad y universidades. Es decir, ¡donó aproximadamente el 90% de su fortuna! En 1889 publicó un artículo llamado “The Gospel of Wealth” – “El Evangelio de la riqueza”-, en donde hacía un llamado a las personas adineradas a usar su riqueza para mejorar la sociedad y promovía el sentimiento de filantropía.

Carnegie, después de la venta de su empresa a principios del siglo XX, dedicó el resto de su vida a la filantropía de gran escala, con especial énfasis en las bibliotecas locales, la paz mundial, la educación y la investigación científica. Con su fortuna construyó el Carnegie Hall en Nueva york, el Palacio de la Paz, el Carnegie Corporation de NY, el Carnegie Institution para la ciencia, el instituto tecnológico que se convertiría en la Universidad Carnegie Mellon y muchas otras obras en EEUU.



3 ENSEÑANZAS

El “dictamen Andrew Carnegie” (Andrew Carnegie Dictum) dice lo siguiente:

  1. Invierte el primer tercio de tu vida en obtener la mayor cantidad de educación que puedas.
  2. Invierte el segundo tercio de tu vida en hacer todo el dinero que puedas.
  3. Invierte el último tercio de tu vida devolviendo todo lo que ganaste en causas que valgan la pena.

  • Fuentes:

  • https://en.wikipedia.org/wiki/Andrew_Carnegie
  • https://www.exitoydesarrollopersonal.com/2013/12/09/andrew-carnegie/

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