La otra vida

Ese domingo 27 de noviembre de 2011, yo le ayudé con aquello que me preguntó acerca de la portada de su libro, la cual estaba modificando en ese pequeño computador donde apenas le cabían unas manos tan grandes como las mías.

Foto de Hello I'm Nik en Unsplash



Ese mismo domingo, puse bien el rollo en la cámara fotográfica analógica que había comprado pocos años antes para poder cursar una electiva en segundo semestre de la universidad. Lo puse bien y le saqué dos buenas fotos, en una miraba la pantalla del computador, sentado a la mesa del comedor, y en la otra miraba a la cámara luego de escuchar el clic del obturador.

Al lunes siguiente él llegó a tiempo a la misa de 6 pm que alguien de la familia le había organizado en esa iglesia tan bonita de Pereira que tiene aires góticos. Era una misa para orar por su cirugía. La verdad no recuerdo la ceremonia, solo recuerdo que él apareció al inicio de la liturgia, y no cuando todos estábamos saliendo. Creo que había muchos familiares, tías, mi abuelo, mi mamá y yo.

La tarde del mismo lunes yo no me senté en mi cuarto a hacer mis importantes cosas, sino que estuve con él mientras le daba instrucciones a un obrero que estaba haciendo arreglos en el apartamento. Y en la noche no me dormí cuando fuimos en el carro a recoger unos exámenes, del corazón, creo.

A la mañana siguiente, el día de la cirugía, el martes 29 de noviembre, me levanté temprano, me bañé, desayuné con mi papá y mi mamá por segunda vez desde que había regresado a Pereira esas vacaciones, y nos despedimos de mi hermano al salir para la clínica. Él le dijo a mi hermano "te amo", y él medio dormido le respondió, "yo también". Así que no fui yo quien dio esa respuesta al darle un leve abrazo.

La noche anterior lo había escuchado grabándose en su cuarto, sentado en una silla, mientras mi mamá dormía, usando su sencilla cámara digital de la época, diciendo algunas palabras para todos, en caso de que luego de la cirugía no tuviera oportunidad. Fueron tres intentos de grabación. Hace mucho no los veo, quedaron en el olvido, pasaron desapercibidos. No los atesoro como los mejores filmes de la historia cinematográfica.

Cuando llegamos a la clínica estaba mis tías y mi abuelo, quien se alegró de ver que había acompañado a mi papá. Me gustaba ver a mi abuelo, con sus comentarios precisos y su sonrisa de galán. Tenía casi 90 años pero estaba fuerte y tranquilo. Mis tías un poco nerviosas, un poco más que mi mamá y yo, la verdad.

Nos despedimos de mi papá, y él y mi mamá entraron a la sala de cirugía. Comenzó la larga espera mientras hablaba un poco con mis tías, con mi abuelo, leía un poco del libro que había llevado, y a las 4 o 5 horas salió mi mamá, algo cansada pero aliviada, y nos dijo que todo había salido bien.

En la tarde de ese mismo martes, o del miércoles, no sé, pude entrar a verlo a la UCI. Abrió los ojos, me sonrió, creo que me preguntó que qué veía en las señales de los equipos médicos, y al describírselas, me dijo que todo estaba bien. Le di un beso en la frente y mi mamá entró.

El jueves no nos dijeron que había amanecido grave, sino que en la tarde de ese día lo pasaron a un cuarto de la clínica. Desde el martes me la había pasado en la sala de espera, pendiente de lo que dijeran los médicos, casi no había ido al apartamento y hasta me había perdido una presentación teatral de una prima.

Ese 1 de diciembre en la tarde comencé a acosarlo para que se mejorara rápido y pudiéramos ir a jugar FIFA en el XBOX 360 que recién le había comprado a un compañero de la selección de karate de la universidad a muy buen precio. Él era fanático de ese juego, casi que era lo único que jugaba, y en todas las consolas que habíamos tenido mi hermano y yo nunca faltaba un juego de fútbol para poder jugar con él. El nuevo XBOX incluía como 50 juegos y además los instrumentos de Guitar Hero. Quería que él probara también esta última adquisición, a final de cuentas iba a tener como dos o tres meses de recuperación.

El viernes los médicos lo vieron muy bien, y nos dijeron que si al día siguiente continuaba así, podría irse para la casa, y así fue. Ya en el apartamento pudimos ver bien la tremenda herida que le habían tenido que hacer en el pecho, y mi mamá dijo que era porque tenía el corazón muy grande, casi perfecto, como de libro de anatomía. Las grabaciones que había hecho con su cámara fueron desplazadas a una memoria USB, y con sus propias palabras pudo decirles a todos los que lo visitaron cuanto apreciaba que estuvieran pendientes de él.

La semana siguiente nos la pasamos viendo televisión, jugando FIFA y viendo The Walking Dead junto a mi hermano. La noche del jueves 1 de diciembre habían pasado por Fox un capítulo muy bueno, el cual me había perdido, así que nos dedicamos a intentar verlo por internet con la intención de convencerlo de que se uniera al club de fans. No lo logramos.

Pero logramos quedarnos con él.

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