Acerca de la crueldad

Foto de Who’s Denilo ? en Unsplash



La vida es cruel,  si se quiere así. La vida es dulce, si se quiere así. Lo que mata la vida, en el hombre, es su misma naturaleza, y cuando digo esto me refiero a su naturaleza animal, a la parte de su ser que es igual a la de los animales. Dicha parte es el deseo de ser superior. Ese maldito deseo que amarga la existencia, que hace de los buenos víctimas de los perversos, y que al final termina convirtiéndolos en esa misma clase de hombres, si es que antes no lo eran y lo mantenían escondido.

El hombre siempre quiere superar a los otros hombres, quiere ser mejor que ellos, quiere hacerlos sentir mal, quiere que se den cuenta que son estúpidos en comparación con él. En mi opinión, todos los seres humanos sienten esto que describo, desde el más humilde y sencillo, hasta el más déspota y conflictivo. La única diferencia entre los hombres en cuanto a este aspecto, es que algunos lo saben disimular mejor que otros, y se dejan ver como personas cuasi-perfectas.

Ahora que ya entramos en otro ámbito de este tema al tener en cuenta la apariencia, el problema se traslada a otro punto, el de la hipocresía. Esto significa que el hombre es hipócrita la mayor parte de su tiempo, ya que como el deseo de ser superior se presenta en el constante contacto con sus semejantes, y este contacto es algo normal de todos los días, entonces se puede concluir que el ser hipócrita es algo normal de todos los días del hombre.

Incluso cuando ayudamos a alguien y dejamos de lado nuestros intereses sentimos en nuestro interior esa satisfacción de ser superiores, porque somos capaces de rechazar nuestros gustos por las necesidades de los otros, lo que nos convierte en mejores seres humanos, dándonos ese malévolo deleite.

Bueno, y si tenemos en cuenta que todo lo que hace el hombre en la vida es para tratar de alcanzar la felicidad, es para sentir ese pequeño extremo de ella que es la alegría, con cosas tan simples como leer un libro, como ver televisión, como ver una película, como comer, e infinidad de cosas, y a la vez hace cosas tan complejas como casarse, estudiar, y….no se qué mas, entonces se puede pensar que el hecho de que el hombre sienta el deseo constante de mostrarse superior a los otros lo hace feliz, convirtiéndolo en un ser cruel, como lo es su vida.

A mi parecer, la única posible solución a este problema, si es que en realidad es un problema, es no preocuparse por lo que los demás hacen o dejan de hacer, cosa que es bastante difícil de lograr puesto que el contacto con los otros hace inminentes comentarios como “estoy estudiando un tema muy interesante…..” o “ese problema de matemáticas yo lo hice rápidamente, ¿usted no fue capaz?”, o “si quiere le explico, yo ya se eso” y todo ese tipo de comentarios que despiertan en el propio interior una fuerza que busca destruir al otro y humillarlo, y destrozarlo, y aún más cuando esa persona actúa de una forma que busca parecerse a la humildad, a la sencillez, a la solidaridad, pero que se ve traicionada por ese reflejo de sus ojos que delatan su risa perversa interior, y su gozo debido al sentimiento de ignorancia que uno está experimentando.

De todas formas existe otra solución mucho más fácil y práctica que está siempre al alcance de la mano, y es la de actuar de la misma forma. Pero esta solución trae consigo problemas, porque cambia el sentido de la vida, ya que la convierte en un simple juego de superación del otro, y olvida el objetivo original consistente en encontrar la propia felicidad. Si todo el mundo tratara de superar a todo el mundo, entonces todos serían muy parecidos (de hecho todo el mundo es muy parecido a todo el mundo), pues cada persona haría lo mismo que los demás sólo por demostrar que es mejor, lo que implicaría una pérdida de la personalidad, reduciéndola simplemente a los actos propuestos por una persona que quiera ser mejor que las otras. Todas las personas serían iguales. La vida sería aburrida y plenamente triste, incluso más que lo que estoy sintiendo ahora.

Viendo las cosas así, la mejor opción es la de disimular, porque de lo contrario, me estaría convirtiendo en aquello que odio, sin importar si me siento bien. En conclusión, lo que debo hacer es tratar de preocuparme sólo por lo que yo haga o no haga.

Julio Caicedo

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