SARTRE, CAMUS Y EL EXISTENCIALISMO



Según la filosofía de la existencia atea, el fundamento ontológico del ser humano es la elección, la capacidad de decidir, es decir, la cualidad única del ser humano de entre todos los seres vivos de poder tener conciencia de si mismo y del rumbo que quiere tomar para su existencia, lo cual significa que somos nosotros quines hacemos nuestra vida, los que la construimos, poco a poco, pensando sobre nosotros mismos constantemente, reflexionando sobre nuestra situación y analizando nuestras acciones.
 
En este campo de la filosofía existencialista se encuentran dos importantes personajes: Albert Camus y Jean Paul Sartre.

En lo que respecta a Albert Camus, quien expone su propuesta de existencialismo a través del mito de Sísifo, la existencia y la vida son absurdas, no tienen sentido, y la función de nosotros en este mundo es justamente dar algún sentido a nuestra existencia mientras llega la hora de la muerte. Para esto, la toma de conciencia sobre el mundo que nos rodea y en el que vivimos es un hecho fundamental, ya que de esta acción se deriva la elección, la posibilidad para elegir algún camino sobre el cual encarrilar nuestra vida.

Esta misión de encontrarle el fundamento a nuestra vida está basada en la elección porque somos nosotros quienes decidimos si queremos ser felices o si queremos amargarnos por cualquier cosa, si queremos vivir con esperanza o con una completa desconfianza hacia todo el mundo, volviéndonos solitarios y desperdiciando la felicidad que podría llegar a entregarnos la vida.

De igual forma, Sartre considera que lo que hace sujeto al hombre es la elección, pues ella nos brinda un mundo de posibilidades y libertades, y nos hace seres indeterminados, ya que no tenemos un fin establecido, sino que por el contrario estamos en esa constante búsqueda del objetivo de nuestra vida, una búsqueda que es originada debido, según Sartre, a la carencia o sensación de que siempre nos falta algo, nos falta comprar, hacer, ser o tener algo, puesto que como no somos en-si, no somos compactos ni completos, sino que somos para-si, estamos sujetos al devenir, somos indeterminados.

Debido a que el estatuto existencial del hombre es la elección, él recibe la cualidad de la libertad, por lo que se convierte en su propio fundamento. De aquí se deriva el principio más importante de Sartre: “la existencia precede a la esencia”, es decir, nuestra vida no consiste en seguir un camino ya hecho para alcanzar un objetivo ya determinado, pues el hombre no es determinado sino que es un para-si, lo que significa que su vida es una constante búsqueda de un objetivo, de un fin.

En conclusión, del fundamento ontológico del ser humano propuesto por la filosofía de la existencia atea, quedan dos importantes consecuencias para la vida del hombre: la primera consiste en tomar conciencia de la responsabilidad que implica la capacidad de la elección, lo cual quiere decir que debemos asumir las consecuencias de lo que hacemos, que debemos pensar antes de actuar, y que debemos actuar teniendo muy presente la moral. La segunda consecuencia para nuestra vida que parte de la elección es que gracias a ella podemos ser superiores a nuestro destino, a nuestra situación, a nuestros problemas y dificultades, ya que somos nosotros quienes elegimos si queremos mirar siempre el lado negativo de las cosas, o si por el contrario queremos vivir felices con lo poco o mucho de que disponemos.

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