CRIMINAL Capítulo 3: Eres un tonto

Foto de Sander Sammy en Unsplash



I
Calloway camina en medio de las calles, en medio de la lluvia, en medio de los pocos carros que a esas altas horas de la noche todavía transitan. Su caminar está impregnado de furia, de decisión, de odio. Camina contra el viento, contra su dolor, su tristeza, su enfermedad, y su gabardina se levanta, dificultándole el paso. Ésta vez se ve aún más insignificante rodeado por tantos rascacielos y por tanta oscuridad. Su cara es ahora más vieja y cansada, más descuidada. Junto con las gotas de lluvia que resbalan por los costados de su nariz y sus mejillas, van también otras gotas, diferentes, más saladas, más pequeñas.

Calloway (piensa): Eres un desgraciado, un desgraciado. Te juro que te voy a encontrar, y te voy a matar, te voy a matar con un tiro en la cabeza. Te llevaste a mi esposa, y también a mi Hooney. ¿Por qué, maldito? ¿Por qué las asesinaste? Pero cuando te encuentre no voy a tener compasión, no, no dudaré un segundo en dispararte, te voy a disparar con todo el odio que tengo dentro de mi, y vas a morir, porque te lo mereces, mereces morir.

Entra a un callejón. Es demasiado oscuro para ver algo. Sólo se escuchan gritos, ruidos, alaridos, quejas, preguntas. Ni una sola respuesta. Calloway simplemente quiere saber quien es el asesino, pero nadie le dice nada. Pasado un rato, se le ve sentado en un bote de basura, con señas de haber llorado, pero ahora fuma, con expresión serena, casi feliz. La venganza en él es pura. A su lado se encuentran dos antiguos maleantes que alguna vez arrestó, inconcientes. Ellos no sabían nada.

Al terminar su cigarrillo Calloway sale del callejón y sigue caminando sin rumbo, guiado por sus pies, y completamente convencido de que esa noche encontrará al asesino. Lo encontrará y lo matará.

II
El oficial llega a un bar. Se sienta en la primera mesa vacía que encuentra. “Que suerte tengo”, piensa, mientras observa y saluda con un movimiento de cabeza a su asistente, Roger, que está sentado también en una mesa cercana, bebiendo un trago. Llama al mesero, le pide un whisky, y sigue observando a su asistente.

- Calloway (piensa): Es un sujeto extraño. Lleva una semana completa trabajando conmigo y todavía no me ha pasado el primer reporte. Sin embargo es buen conversador, inteligente, agradable. Ya veremos como sigue con los casos. Por ahora, dejémosle tranquilo.

Mientras Calloway pensaba y observaba, su asistente encendía un cigarrillo y cruzaba su mirada con la de su jefe. Calloway tomó un trago largo. Luego, miró a su alrededor. Casualmente reconoció a alguien, un antiguo compañero. Se levantó y fue hacia él.

Cuando estuvo cerca, le habló desde atrás, a su espalda, y el sujeto se volvió extrañado. Apenas le vio, tomó de su vaso, fumó, sonrió y extendió con rapidez y seguridad su mano, que fue estrechada de buen agrado por Calloway. Mientras hacía esto, el sujeto también se levantaba de su asiento y se notaba su gruesa contextura, que sin embargo estaba acompañada por movimientos ligeros y tranquilos.

- Oficial McCarty: Señor Calloway, es un gusto volver a verlo
- Oficial Calloway: Lo mismo digo yo, aunque hubiese preferido que las circunstancias fueran diferentes
- Oficial McCarty: Se nota usted un poco consternado. ¿Algún problema grave?
- Oficial Calloway: Uno grave y doloroso

A medida que hablaban, ambos oficiales fumaban, y McCarty, además, tomaba de su vaso. Se veían envueltos en un ambiente confuso, indeterminado, donde sus voces quedaban resonando, donde sus rostros se entremezclaban con el humo que exhalaban, donde el murmullo del resto de personas era ya casi insoportable y estaba tomando poco a poco el lugar que ocupa el silencio en la conciencia.

McCarty fuma y dice: puede usted contarme con toda tranquilidad
- Calloway: muchas gracias por su disponibilidad – Da una fumada a su cigarrillo- La verdad, no me esperaba menos de usted después de tantos años trabajando juntos. Espero que esté disfrutando de su jubilación, aunque en estos momentos no tengo intenciones de profundizar en ese tema. Lo que me mueve a entablar conversación con usted es un caso un poco misterioso y que posiblemente se convierta en un gran problema.

Calloway, luego de inhalar un poco del humo de su cigarrillo, sigue hablando: Recientemente han habido dos asesinatos con características muy similares. El último de ellos fue hace dos días en un bar cercano; asesinaron a una cantante – Calloway se lleva la mano al pecho con expresión de dolor disimulado – a una bella cantante. Ahora, la pregunta que quiero hacerle – Calloway siempre manteniendo su voz serena, gruesa y profunda – es: ¿ha escuchado usted rumores de algún nuevo asesino o ladrón? Me imagino que seguramente usted tendrá más acceso a ese tipo de información debido a que ya no pertenece al cuerpo de policía, o ¿me equivoco? – McCarty hizo un leve gesto de afirmación y siguió mirando fijamente a Calloway – Además, yo sé que tiene usted contactos del bajo mundo. Necesito saber si usted conoce algo.

- McCarty, fumando, responde: Calloway, lamento decirle que sé muy pocas cosas. Yo también escuché de esos dos asesinatos. A propósito, lamento mucho lo de su esposa – Calloway se puso serio, rígido – La única información que tengo es que de ambos lugares de los asesinatos se vio salir a un hombre bajo, de bufanda y saco, con bigote, muy cauteloso – Calloway se extrañó y dijo: que raro, yo mismo investigué y entrevisté a muchos, y ninguno me dijo nada parecido - McCarty sonríe sarcásticamente, y dice: Calloway, por favor, ¿cómo cree usted que va a obtener este tipo de información? Eso sólo lo conocen personas del bajo mundo. Con gran esfuerzo lo sé yo

- Calloway: Muchas gracias, McCarty- ambos oficiales se estrechan la mano

Calloway tira su cigarrillo, da media vuelta, y se dirige a la puerta. Cuando está a punto de salir, mira a su lado derecho y observa a Roger. Su asistente sigue bebiendo, sigue observándolo, y sigue sin pronunciar ninguna palabra.

- Calloway: Roger, acompáñeme; necesito su ayuda para esta investigación - Roger ni habló ni se paró, bebió una vez más y fumó de su cigarrillo.

Calloway, entre desesperado y orgulloso, salió sin decir una palabra más.

III
Inmediatamente se dirigió al edificio del Cuerpo de Policías, preguntó por su jefe, y le dijeron que no estaba. Decidió entonces entrar al despacho del Inspector Gordon sin autorización para revisar los historiales criminales. Estaba desesperado por encontrar al asesino, y no le importaba lo que su “jefe” le pudiera decir o hacer. Entró desobedeciendo a Mandy luego de haberle arrebatado la llave del despacho que estaba sobre el escritorio; una vez adentro, cerró la puerta con seguro, bajó las persianas, y se acercó al estante donde estaban archivados todos los casos. Necesitaba encontrar algún criminal con las características que le había dicho McCarty, y no pensaba abandonar el despacho sin ninguna pista. “Si es necesario, me quedo la noche entera”, pensó. Inició su búsqueda y abrió el primer cajón. Empezó a revisar carpeta por carpeta, nombre por nombre, caso por caso.

Después de una media hora infructuosa, Calloway se sentó en la silla de su jefe con expresión aburrida e impotente. De un momento a otro le dio un puñetazo a la mesa y empezó a tirar todo lo que había sobre ella, papeles, lápices, bolígrafos, carpetas, teléfono, etc.Terminado esto comenzó a sacar cada uno de los cajones y a tirar con ira su contenido al suelo. No aguantaba más, estaba desesperado, profería gritos y daba manotazos. Prefería morir a seguir viviendo con la idea de que el asesino estaba libre.

Sin embargo, en el último cajón que abrió, estando ya más calmado y con un llanto espasmódico, encontró lo que menos esperaba encontrarse. “Pensaba que el asesino se la había llevado”, pensó, mientras tomaba entre sus dedos la argolla de matrimonio de su esposa y la miraba nostálgicamente. “Y estoy en lo correcto, el asesino la robó”, pensó. Calloway salió del despacho sin apagar la luz siquiera y se dirigió a abordar su auto para ir al departamento de su jefe, de su próximo difunto jefe.

Comentarios